En el corazón de La Vera, a tan solo dos kilómetros de la 
		localidad cacereña de Cuacos, un majestuoso complejo arquitectónico 
		atrae para sí la mirada del turista. Un paraje acogedor, bañado por el 
		agua de los pequeños arroyos que nacen en la cercana sierra de Tormantos, 
		envuelve el Real Monasterio de San Jerónimo de Yuste.  
		
		
		
		
		            El viajero que accede a este recoleto lugar, 
		sabe que en la casa-palacio anexa al convento pasó sus últimos días 
		nuestro Emperador Carlos I de España y V de Alemania, lejos del obligado 
		bullicio de antaño, cuando los asuntos de estado le hacían establecer 
		sus reales en todos los escenarios europeos.
		
		
		             La presencia del monarca se palpa en las 
		dependencias de lo que fue su última morada.
		
		
		            Unos gigantescos eucaliptus, que le fueron 
		traídos desde Oceanía, nos dan la bienvenida aromatizando la mística 
		atmósfera del recinto.
		
		
		            La austera habitación que hacía las veces de 
		dormitorio, posee una abertura en una de sus paredes, a modo de ventana, 
		a través de la cual el Emperador podía seguir la Santa Misa desde su 
		lecho.
		
		
		            Si nos asomamos  a dicha ventana, podemos 
		 contemplar un magnífico y original retablo mayor que preside la iglesia 
		del monasterio formada por  una sola nave, cubierta de bóveda 
		estrellada.
		
		
		            
		
		
		
		            Este retablo mayor fue realizado por 
		Antonio Segura, sobre traza de Juan de Herrera, y se adapta 
		perfectamente al testero del ábside poligonal del templo.  Se trata de 
		un hermoso conjunto de pintura y escultura en madera dorada, estofada y 
		policromada, formado por  dos pares de columnas corintias que enmarcan 
		una copia de la célebre “Gloria” (Juicio Final) del Tiziano, pintor 
		favorito de Carlos V. Sobre él, un frontón partido sobre el que se 
		disponen las esculturas representativas de las cuatro Virtudes, y en el 
		centro de este remate, aparece el escudo con las armas del Emperador.
		
		
		            Fue el propio Carlos V quien en su 
		testamento, redactado en 9 de septiembre de 1558, unos días antes de su 
		fallecimiento, estableció: “…Ytem ordeno y es mi voluntad que si mi 
		enterramiento hubiere de ser en este monesterio, se haga en el altar 
		mayor de la iglesia…y conforme a las figuras de una pintura mia del 
		Juycio Final de mano de Tiziano…un retablo de pinzel de manera que 
		parecerá al Rey, mi hijo, y así se lo ruego y encargo.”
		
		
		            
		
		
		            Pero, ¿Quién fue éste Antonio Segura?
		
		
		
		            A pesar de la gran documentación generada por 
		el retablo de Yuste, poco sabemos de su autor material. Ignoramos su 
		formación técnica, su origen social, y no tenemos noticias suyas 
		anteriores a su llegada a San Lorenzo del Escorial.
		
		
		            Sin embargo, en un documento de 19 de junio 
		de 1580, se puede leer: “ Lo que se asienta y 
		concierta entre Martín de Gaztelu, Secretario de su Magestad, por su 
		mandato, de vna parte, y Antonio de Segura, pintor, natural de San 
		Millán de la Cogolla, en la Rioxa, de la otra, sobre un retrato de 
		madera de pinzel que el dicho Segura a de hazer del Juicio Final e 
		conforme a una pintura de Tiziano questa en el Monesterio de Sant 
		Lorenço el Real, para la capilla mayor del monesterio de Sant Gerónimo 
		de Yuste…”
		
		
		            
		
		
		            En el Libro de Bautizos de la parroquia de 
		San Millán no figura su nombre, lo cual no es extraño habida cuenta de 
		la antigüedad y de su estado de conservación.
		
		
		            También sabemos que lo principal del retablo 
		se hizo en El Escorial habilitándose al efecto un local para que Segura 
		estableciese su taller. En la primavera de 1582, Segura recibió una 
		cantidad a cuenta para hacer frente a los gastos de transporte: nada 
		menos que once carros de mulas para transportar las piezas del retablo 
		alojadas en cajones de madera. Consta documentalmente que al llegar a 
		las orillas del río Tiétar, las mulas fueron sustituidas por carretas de 
		bueyes, debido a lo accidentado del terreno: “En 
		diez de março, en el dicho pagador al dicho Antonio de Segura, 
		pintor, residente en esta fabrica, seis mil y treinta y un reales, que 
		montan doscientos y cinco mil y cincuenta y quatro maravedís…que le 
		están librados por diez y siete libranças de buena quenta…”
		
		
		 
		
		
		            La vinculación a la Casa Real está 
		documentada al menos desde 1583. En 1591, Antonio Segura  obtiene el 
		puesto de aparejador de las obras del Palacio de Aranjuez, aparejador 
		del Alcázar madrileño, de las casas reales de El Pardo y el Campo, 
		estando obligado a residir en la Corte. 
		
		
		            Antonio Segura muere en el año 1605 y el rey 
		Felipe III le concedió a su viuda, María de Yébana una pensión de dos 
		reales diarios y, fallecida ésta la misma cantidad a la hija de ambos, 
		María de Segura.
		
		
		            Queda para los investigadores de la Historia, 
		completar la biografía de este paisano nuestro, cuya principal obra 
		embellece uno de los edificios emblemáticos de nuestro Patrimonio 
		Nacional.
		
		
		 
		
		
		                                                                                                         
		José Manuel Gato Gil
		
		Para saber más:
		
		“La otra historia de España”, 
		de Jesús Ávila Granados
		
		“Carlos V.- Biografía 
		Histórica”, de Manuel Lacarta
		
		“Bienes Culturales” 
		Revista del Patrimonio Histórico por J.Antonio Morán