Corría el año 1980, parece que fue ayer y han
transcurrido 32 años. En la asociación AMIGOS DE LA RIOJA, habíamos el leído
el libro de Don Felipe Abad, LA RIOJA, PROVINCIA Y REGIÓN DE ESPAÑA, donde
se evoca la convención de Santa Coloma. Pensamos realizar un encuentro
conmemorativo de aquella histórica reunión. A tal fin nos dirigimos, ingenua
y ardorosamente a los ayuntamientos de los municipios que estuvieron
representados en la convención de 1812, para que asistieran a celebrarlo, en
la misma localidad, el mismo día 8 de Diciembre. A nuestra convocatoria,
sólo acudió, además del anfitrión, el Ayuntamiento de Santa Coloma, el
alcalde de la ciudad de Arnedo.
Amaneció
aquella mañana del día de la Inmaculada de 1812, con sol radiante y una
buena helada. Empezamos por la misa, presidida por don Felipe en la Iglesia,
que tenía algunos cristales rotos. Luego al aire libre, desde un balcón del
Ayuntamiento, a la gente que aterida asistía al acto, hablaron el alcalde de
Santa Coloma, el Secretario General de la asociación y don Felipe Abad.
Quiero repetir mis palabras iniciales:
“Riojanos:
Es una fecha lejana: 1812. ¿Por qué, pues, nos hemos reunido aquí para
recordar algo tan alejado, fuera de nuestra tiempo, de nuestras
preocupaciones de finales del siglo XX?. Porque queremos huir de aquella
maldición que condena a los Pueblos que ignoran su historia a padecerla
inútilmente, porque sabemos que la posibilidades que el presente ofrece a
nuestra libertad, nacen del pasado y porque somos conscientes de que un
hombre, un Pueblo sin raíces, ni es hombre, ni es Pueblo. Y aquí en Santa
Coloma, está una de las raíces de La Rioja. No sólo, porque como en otros
pequeños pueblos nuestros, se conserva íntegra, sin adulteraciones la vieja
solera riojana; sino porque aquí el 8 de diciembre de 1812 se celebró
aquella Convención importantísima...”.
Lo que queríamos reivindicar en aquella conmemoración
de 1980 es que el sentimiento de ser
riojanos no era algo que había surgido artificialmente, por mera imitación
de los que pasaba en otras Comunidades. Decíamos que en 1812, unos riojanos
arrostraron los fríos, las incomodidades del viaje y el peligro amenazador
de los invasores napoleónicos, para pedir algo: lo nuestro, que nuestros
mozos y dineros se quedaran aquí, la devolución a La Rioja de lo que era de
La Rioja. La autoconciencia riojana ha podido ser como el río Guadiana que
ha aparecido y se ha ocultado en diversos momentos. Pero los riojanos no han
dejado, en ningún momento de considerarnos como tales, a nivel privado y
cotidiano. Ha habido épocas en que esa riojanidad se ha trasladado a nivel
colectivo y reivindicativo frente al poder central, aunque fuera en forma
débil y pasiva. Pero cuando surgía, pudo hacerlo impetuosamente, gracias a
esa tradición intermitente, porque empalmaba con aquellos antepasados
nuestros que supieron cumplir como riojanos.
El
antecedente más próximo del espíritu que animó a aquella reunión de Santa
Coloma fue la labor que había realizado aquella Real Sociedad de Cosecheros
que se formó en el siglo XVIII, para construir un camino carretil que diera
salida a los vinos de La Rioja. La falta de comunicaciones y el olvido en
que los gobernantes centrales han tenido siempre de nuestra Tierra son los
perennes problemas a los que nos enfrentamos los riojanos, ayer y hoy.
Esa es lección que en 1980 sacábamos de Santa Coloma.
El camino riojano hacia la autogobierno no nacía entonces, sino que venía
muy atrás de nuestra historia. Hubo mayores nuestros que nos precedieron en
ese andar. ¿A dónde, nos conduce ese camino, nos preguntábamos?. A una Rioja
libre en solidaridad con los demás Pueblos de España.
Decíamos que habíamos conseguido una Bandera propia,
que nos simboliza ante propios y extraños. Nacida de la paz y para la paz,
no para morir ni para matar por ella. No se alza contra nadie, ni contra
ningún símbolo de otro Pueblo hermano. También habíamos conseguido el
reconocimiento oficial de nuestro propio nombre: La Rioja, aunque
circunscrito a la antigua provincia de Logroño. Este nombre, el de Logroño,
queda para lo que siempre fue, un municipio importante, nuestra capital. No
faltaba en nuestra alocución, el reconocimiento de que si nuestra Tierra es
pequeña, goza de una rica pluralidad comarcal que no debe ser encerrada en
un nuevo centralismo unitario de nuevo cuño.
Las palabras finales exigiendo un Estado de Autonomía
para nuestra Región, pedían que fuera a nuestra medida y nuestras
circunstancias. No calcando otros. Nos dieron uno, los últimos y con muchas
trabas y sin respeto a nuestra peculiaridad: nuestra pequeña dimensión y la
vecindad con las provincias exentas. Triste sino secular el nuestro, ser una
frontera fiscal. Además, La Rioja, como el resto de las Comunidades
españolas ha sido gobernadas por partidos, más atentos a colocar a sus
partidarios y, o con escasa lealtad constitucional o con poca vocación
autonomista. Uno de las males que padecemos en esta época de crisis son los
mini-estados que se han erigido, copiando a la administración central.
Luego nos quejamos del elevado déficit que tenemos que soportar los
españoles, siendo uno de los problemas de la crisis actual. Crisis que no se
soluciona volviendo al Estado centralista o reduciendo el nº de
parlamentarios, para impedir la representación de los pequeños partidos e
implantado definitivamente el bipartidismo. Se trata más bien de reducir las
prebendas de los cargos públicos, sus numerosos gastos y asesores...
Pedro Zabala
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