La pancarta
propiedad de La Peña Unión El arañuelo realizada en 1958 por Jesús López
de Murillas, se ha convertido con el tiempo en un elemento especialmente
significativo por su interés etnográfico. Directamente vinculada con la
agricultura como actividad predominante hasta mediados del siglo XX,
tiene un gran valor documental tanto para la historia de la Asociación
como para la del pueblo.
A. Felix Marín, Felisin,
Jesús, José, Joselito, Ángel.1959
El arañuelo era el nombre por el que
se conocía en la Rioja Baja a una plaga que, por entonces, causó
estragos en los viñedos. Atacaba a los plantíos antes y después de que
la viña ligara (proceso de floración y fructificación). Una araña teje
una tela, creando las condiciones idóneas para el desarrollo de una
larva. Esta oruga se alimenta de la hoja, se envuelve con ella conforme
se va secando y forma un cigarro. En su interior, fabrica el capullo del
que saldrá en unas semanas una pequeña mariposa blanca. El ciclo
biológico es araña-huevos-larva-mariposa. También solía anidar en el
interior del racimo, pudriéndolo en parte.
Con este panorama de fondo, en 1954
un grupo de jóvenes forman una asociación lúdica -por entonces las
posibilidades de ocio eran más reducidas y también era una forma de
controlar las riendas de la juerga- deciden llamarse Peña Unión El
Arañuelo. Tres años más tarde, encargan la pancarta, como seña de
identidad. La idea surge por consenso en una reunión entre los socios,
la mayoría jóvenes agricultores.
El programa iconográfico propuesto,
además de representar a los Santos patronos de las fiestas, debía
transmitir el siguiente mensaje: con trabajo y cuidados adecuados se
conseguía exterminar la oruga y salvar la vendimia.
El encargo se realizó en septiembre
de 1957, estuvo terminado un poco antes de las fiestas de 1958. Jesús,
cobró 2000 pesetas, por entonces una bicicleta costaba un poco más y una
vespa 15.000 pesetas.
Su autor
Jesús López de Murillas (1922-1974)
se dedicaba a la agricultura, pero su gran pasión era la pintura. En
1940, cuando tenía dieciocho años, estudió durante un mes en la Escuela
de Artes y Oficios de Logroño. Los imperativos económicos de la mayoría
de las familias no permitían proporcionar estudios a sus hijos, por eso
su formación académica fue tan exigua.
Como pintor autodidacta aprovechaba
el poco tiempo que le quedaba después de venir del campo para hacer lo
que más le gustaba. Los días lluviosos, mientras la mayoría de los
agricultores se reunían en la esquina del Cantón, él los pasaba pintando
en su casa, siendo las jornadas más fructíferas.
Era conocido en el pueblo como Jesús
“el pintor” y quienes le conocieron subrayan su carácter afable, lo
definen como una buena persona, callado y observador y poco dado a lo
que se conoce por “hablar por hablar”.
Su familia conserva algunos de sus
cuadros y dibujos preparatorios. Entre su obra destaca un nacimiento,
que estuvo colgado durante años en la Capilla del Indiano, y que hoy
decora el aula de la catequesis.
Algunas familias de Autol tuvieron
que dedicarse a la feria, recorriendo las fiestas de pueblos y ciudades;
Jesús realizó los trabajos de rotulación y las ilustraciones de estas
atracciones, con simpáticos y sugerentes motivos que bajo las luces
resultaban muy atrayentes para niños y jóvenes.
La pancarta
Fue concebida como un trabajo
especial, que iba a exhibirse por las calles del pueblo en fiestas como
si de un totem pagano se tratase. Al ser un lienzo con bastidor se podía
observar en su totalidad y tuvo el privilegio de pasearse año tras año
ante la mirada de un público ocioso; tanto los vecinos como forasteros
quedaban prendados a su paso. A pesar del reto que supuso expresar
mediante imágenes ese complejo programa, no hay duda de que cumplió con
creces las expectativas de los peñistas.
En los desfiles de carrozas de las
fiestas de San Mateo, a los que acudían las Peñas de otros pueblos, esta
pancarta era motivo de admiración entre el público de la capital por su
atractivo visual y su potencial iconográfico.
Desde un punto
de vista formal
Se trata de una pintura al óleo sobre
lienzo de 290 x 119 cm, está concebida por las dos caras, su formato
apaisado recuerda al cinemascope que causaba furor en los cines.
El anverso representa, con predominio
cromático propio del campo de Autol, dos escenas costumbristas sobre el
cuidado de la viña en diferentes parajes agrícolas. En la parte superior
izquierda, y con un tratamiento más detallado, se representa a una
pareja, una cepa y una casa.
A primera vista, el texto - El
fruto del trabajo y Esto da el Mal Trabajo-, evoca aquellas
ilustraciones que aparecían en los libros escolares del Régimen, donde
se confrontaban viñetas que representaban acciones sobre el buen y el
mal proceder en relación con la conducta humana.
Está dividida simétricamente en dos
partes mediante un motivo arquitectónico ilusionista, que contribuye a
reforzar la sensación de profundidad y sirve como excusa para los
arranques de dos arcos de medio punto que abrigan las dos escenas.
Sobre la imposta de la doble columna
está situado un medallón que representa las tallas de los Santos
Patronos San Adrián y Santa Natalia.
En el reverso aparece el nombre de la
Peña, un saludo a las autoridades civiles y eclesiásticas imperantes y,
como no, un saludo al pueblo en general. En el centro, la pintoresca
imagen del Picuezo y la Picueza, tomada desde la salida del primer túnel
hacia Quel, y en la parte superior, a izquierda y derecha, dos pequeños
detalles: una alpargata de esparto típica de las fiestas y una hoja con
las orugas exterminadoras.
Desde un punto
de vista iconográfico
La parte superior izquierda
Estéticamente, es fácil reconocer la
evidencia de que el autor encontró la inspiración en lo tenía a su
alcance, tomando como referentes icónicos las ilustraciones de los
medios de comunicación de la época: textos escolares, tebeos, revistas,
periódicos y carteles de cine. También el etiquetado de productos, que
por entonces empezaban a inundar las estanterías de las tiendas de
ultramarinos, y las imágenes publicitarias que ya tenían una notable
presencia, incluso en las zonas rurales.
En primer plano aparece una pareja
joven, un hombre abraza a una mujer y también una vivienda habitada
puesto que sale humo. De una cepa vigorosa y rebosante de fruto surge
esa casa idílica, como metáfora del sueño de todo agricultor: poder
vivir del campo y tener una casa propia donde formar una familia. El
humo de la chimenea, a modo de guirnalda, conforma la tipografía del
eslogan: “El fruto del trabajo” en clara alusión al arraigado
espíritu de esos años. La mujer ha sido siempre un importante bastión
tanto laboral como familiar, aspecto que está perfectamente sintetizado
en la ilustración, al representarla hombro con hombro con el varón. En
este fragmento, queda plasmado magistralmente el sentir de toda una
época, en una España rural que a penas comenzaba a salir de una
posguerra muy dura. Los rostros de esta joven pareja trasmiten a través
de su mirada la esperanza en poder alcanzar un futuro mejor. En los
pueblos, la
única realidad socio-política para la gente se hacía reconocible al
comparar la situación del momento con la de otras épocas. Por lo tanto,
para el hombre del campo, todo lo que le ocurría era el premio a su
iniciativa personal era:“El fruto del trabajo”.
La situación política
y económica del país era algo que el agricultor no percibía con
claridad, absorto en salir adelante, su actualidad era el trabajo en el
campo desde que salía el sol hasta el ocaso. Por entonces, la viña tenía
una baja rentabilidad en toda La Rioja y en pueblos, como Autol, se
mantenía por tradición y gracias a la recién fundada Bodega Cooperativa
de San Isidro Labrador. La producción de vino no fue rentable hasta que
el sector fue impulsado por la
Denominación
de Origen Calificada de Rioja en 1991. Así pues, tuvieron que pasar
décadas para que se pudiese vivir de este cultivo y los anhelos
colectivos que se describen en este fragmento se hicieran realidad.
Parte inferior izquierda.
Dos jóvenes, con cara de formales y
con su camisa “esclarecida”, están tratando la viña con “urugil”. El de
la boina interactúa con el espectador, el del sombrero de paja está a lo
suyo. La parra, a pesar del arañuelo, aún mantiene su verdor y la viña
está bien laborada. La escena está ubicada a pocos kilómetros del pueblo
en el término del Iniestral, donde la plaga no causo tanto daño.
Al fondo la elevación desértica de
los Agudos. A medio término se ve pasar el “trenillo” (tren de vía
estrecha, que hoy ha dado lugar a la vía verde) en el trayecto
Calahorra-Arnedillo, que dejó de funcionar definitivamente unos años
después. Este fragmento, entre los personajes con el ferrocarril y el
paisaje de fondo, evoca las ilustraciones de los carteles de las
películas del oeste, dada la similitud del paisaje con las montañas del
desierto norteamericano de Utah, donde se rodaron infinidad de western.
La parte derecha
Un joven, con sombrero, camisa rota y
pantalón remendado, parece haber desistido de aplicar el tratamiento. Al
fondo, una estribación de la Sierra de Yerga y al pie la pared de rocosa
conocida por Peña Solbes. La viña está ubicada en la depresión del
valle, en el término conocido como el Santiguadero, donde la plaga
causó estragos.
De entrada, el sentimiento ante la
escena inspira cierta compasión y podría pensarse a primera vista que el
infortunio se ha cebado con este agricultor. Parece que ha llovido en
todas las viñas menos en la suya y que no puede con la plaga. Así pues,
desesperado, se abandona como si fuese victima de una maldición. Sin
embargo, el eslogan “Esto da el Mal trabajo”, su gesto irónico y su
mirada desafiante dota de un significado distinto a la imagen y
convierte al personaje en un sujeto inspirado en el malo de una novela
de Marcial Lafuente Estefanía. Está sólo, con pinta de “desgarramantas”,
y la pose, ligeramente desequilibrada con respecto a la vertical del
cuerpo, sugiere incluso que ha podido darse a la bota. A sus pies, un
cubo desparrama su contenido por el suelo de una viña, sin labrar, con
la parra raquítica, llena de cardos, “gambre” (grama) y otras hierbas,
haciendo bueno ese dicho de “al que huye del trabajo, le coge debajo”.
Todo esto, unido al razonamiento según el cual lo que le ocurre al
agricultor es fruto en este caso del “mal trabajo”, confiere a la imagen
un más que evidente contenido ejemplarizante.
El centro
El medallón representa los Santos
Mártires San Adrián y Santa Natalia, titulares de la Parroquia que lleva
su nombre, apoyados sobre las andas en los que son paseados en
procesión. Al fondo, un paisaje entre lo terrenal y lo divino. Los
bustos de los Santos patronos presiden la pancarta y, como testigos
mudos, dotan al conjunto de un áura de religiosidad, como si con su
hierática presencia quedara bendecido el mensaje y la fiesta.
Conclusiones
El contenido del conjunto es muy
adoctrinador, atendiendo a la forma en que estos jóvenes concibieron la
visualización de esta idea denota como había calado la moralidad
transmitida por la educación nacional-catolicista, que polarizaba los
valores morales entre el bien y el mal, sin grados intermedios.
La tipografía del texto del reverso
“a la americana” -llamada así por los rótulos en los cristales de las
puertas de los despachos de los policías privados en las películas de
cine negro- es muy característica del momento. Era usada por los
rotulistas, que pintaban a mano con pincel fino y el tiento, los
letreros en los vehículos, en las fábricas, almacenes, tiendas, bares y
farmacias.
El tratamiento estilístico de las
figuras responde en buena medida a la vinculación realista llevada a
cabo durante la posguerra por la iconografía del régimen y la publicidad
de la época. En 1952 acaba el racionamiento y el etiquetado de los
nuevos productos, que iban apareciendo continuamente, marcaba el tono de
un imparable desarrollismo en los posteriores años sesenta.
Al margen de las desproporciones en
las manos, las sombras arrojadas y otras consideraciones técnicas o
estilísticas, el autor optó por el recurso utilizado por una de las
corrientes publicitarías del momento: el figurativismo descriptivo, que
resultaba mucho más reconocible para el público y conectaba más
fácilmente con su imaginario popular. Tengamos en cuenta que la
televisión todavía no había llegado y los referentes visuales de las
personas tenían su origen en la publicidad sobre diversos soportes
fijos.
Jesús, hizo gala de una evidente
capacidad creativa y el hecho de ser agricultor contribuyó, sin duda, a
dotar al conjunto de este potencial expresivo. Las circunstancias en
las que llevó a cabo este encargo a finales de los 50, no eran las más
favorables y los materiales de referencia a su alcance en un pueblo eran
muy escasos. No era tarea fácil traducir visualmente ese complejo
programa iconográfico, para ello tuvo que realizar diversos bocetos
preparatorios hasta llegar a una solución compositiva tan singular.
Aunque el tratamiento pictórico
transmite, a simple vista, cierta ingenuidad técnica, al profundizar en
su análisis, se aprecian sugerentes guiños al espectador a través de la
mirada, los gestos faciales, corporales y otros detalles que nos van
descubriendo el perfil psicológico de los personajes.
Jesús demostró tener una buena
comprensión del tiempo al que pertenecía al conjugar de manera
impecable, ya fuese consciente o inconscientemente, aspectos
iconográficos, tipográficos y recursos estilísticos tan directamente
vinculados a la ilustración, al cómic, al cartelismo y a la publicidad
de los años 50.
El interés etnográfico de esta
pancarta radica en que su autor realizó un fiel retrato de la realidad
social de los pueblos en esta época a través de la mirada de los hombres
y mujeres que se dedicaban a la agricultura en todo el país. La
vida no era tan fácil como lo es hoy, tanto sus hijos y sus nietos, como
las familias que han venido de otros países a trabajar con nosotros,
nos hemos encontrado con
que lo peor ya estaba
hecho. La situación social que disfrutamos hoy es relativamente reciente
y tiene sus cimientos en el trabajo de las generaciones anteriores de
españoles. Nuestros abuelos y nuestros padres vivieron y trabajaron en
unas condiciones sociales y laborales con muchas menos garantías para
los derechos y la dignidad de las personas. Hoy, a pesar de todo,
gozamos de una sociedad con una buena coyuntura tanto para vivir como
trabajar y se nos brinda a todos, oriundos y foráneos, las mismas
oportunidades y, sobre todo, una de las mayores que uno puede tener en
la vida, la posibilidad de estudiar y formarse como persona.
Quizás, como dijo una anciana
centenaria en una entrevista en el diario La Rioja. “lo que pasa es que
hoy hay mucho vicio”.
Jesús López de Murillas realizó este
trabajo en 1958 cuando tenía 36 años, probablemente si hubiera nacido en
nuestra época hubiera podido formarse y desarrollarse plenamente como
artista. Aún así, supo pintar esta pancarta con los colores con los que
se representan los sueños. Los sueños de una generación que esperó un
porvenir que aún tardaría muchos años en llegar. Mientras tanto, se pasó
su juventud, pero el porvenir por fin llego y gracias a ellos hoy sus
hijos, sus nietos, todos vivimos francamente bien. Vaya desde aquí mi
pequeño homenaje.
Luis Ángel
Baroja Herreros.
Licenciado en
Bellas Artes, profesor titular en el Instituto Sagasta de Logroño y
pintor.
PARA SABER
MÁS:
GIL;E.
Pioneros del diseño gráfico en España. 2007. Ed. Index Book SL.
Barcelona
SATUE; E. El
diseño gráfico en España. Historia de una forma comunicativa nueva.
1997. Ed. Alianza. Madrid.
VV.AA. La
década de los cincuenta. 1990. Ed. Del Prado Madrid. |