Puente de Hierro A don Práxedes Mateo conocido por Sagasta acuden los logroñeses y una solución reclaman que acorte del río Ebro sus insalvables distancias, que las últimas crecidas el viejo puente arruinaban y el alcalde de Logroño, señor don Diego de Francia, con muchísimo respeto y adornado de sus gracias dice al señor presidente de los ministros de España: “ ilustrísimo señor de los Padres de la Patria en Logroño no podemos del Ebro cruzar sus aguas, ni podemos enterrar como es costumbre cristiana a nuestros seres queridos cuando a mejor vida pasan, ni podemos acudir Carretera de Navarra a cultivar nuestras tierras ni cruzar la muga de Alava, que el viejo Puente de Piedra con torres y con muralla se ha perdido para siempre en el hondón de las aguas… …Ay, señor paisano nuestro de las tierras cameranas, si supiera de verdad de nuestros males la causa, que ha habido noventa muertos al cruzar con la barcaza de una a otra parte del río la milicia con su banda Regimiento Infantería veintitrés se le nombraba, el día uno de Septiembre, que tal otro no lo haya, año de mil ochocientos ochenta, hora más bien tarda, solicitamos de veras con la fuerza de nuestra alma haga el favor de mandar un puente de nueva planta”, ( cual si fuera tan sencillo como quien manda una carta, letra que va por el aire, letra que acude en volandas, de profunda como era que a su corazón alcanza y a la obra que se ponían y día y noche trabajan para conseguir lo que Puente de Sagasta llaman ). En año y medio terminan, año y medio que no es nada de hacer semejante puente y el día de la Esperanza, presente todo Logroño nuevo puente inauguraban la Maquinista Terrestre y Marítima de Barna la empresa que lo construye, la empresa que lo remata en un millón de pesetas que por poco nos costaba hacer tan grande estructura de vigas que se remachan soportado todo ello por veinte enormes pilastras llenas de piedras sillares de forma redondeada todas ellas recubiertas que parecen abrigadas por traje a medida hecho de gruesas y enormes chapas. Con trescientos treinta metros que de una a otra orilla alcanza tenía entonces y tiene una muy grande importancia y a esta ciudad la sacó de su remota ignorancia llevándola hacia el progreso como nunca lo alcanzara atrayendo hacia su orilla a bodegas centenarias, al Matadero de Cerda que Luis Barrón proyectara aunando ya para siempre a carreteras aisladas que son las que comunican con Vitoria por Laguardia, lo mismo que la que va a Pamplona como a Viana y sin menospreciar la carretera de Mendavia. Ha sido también testigo de numerosas desgracias aunque es mejor que lo cuente él mismo con su misma alma: “ en el año cuarenta y uno tras de la Guerra de España unos desalmados jóvenes la testa decapitaban de don Práxedes Mateo que a mis espaldas estaba olvidado por su pueblo al que tanto apadrinara y la tiraron al Ebro desde una de mis manguardias y esa imagen memorable la guardo yo entre las aguas por eso dice esta ciudad, lo dice hasta decir basta y lo dice la corriente, lo dice con voz bien clara: diez obras tiene Logroño que no caben en el mapa, Puentes de Hierro y de Piedra, Instituto de Enseñanza, Escuela de Artes y Oficios, De Tabacos, su Compaña que a cuatrocientas mujeres entonces trabajo daba, Cuarteles de Infantería, Caballería montada y de la Misericordia su Beneficencia Casa, el Hospital Provincial y la Traída de Aguas “ y por eso esta ciudad de por vida condenada a recitar esta historia mientras baje el río agua, porque jamás aprendemos de las acciones pasadas que cuando el año dos mil, ¡ qué decir! de justa infamia, que a pocos metros de aquí y sobre estas mismas aguas mi hermano el Puente de Piedra hay que ver cómo lloraba cuando le abrieron por dentro y las entrañas quitaban con su puente y su castillo sus torres y hasta su alma, señales de identidad de Logroño más preciadas, son las que lleva el escudo que hay que ver cómo sangraba, tan dañado se quedó que no articula palabra. Por eso dice la Historia y eso lo repite el agua de repetir cuantas veces, cuantas veces haga falta que cuanto tiene Logroño lo debemos a Sagasta.
Julio Arnaiz
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