¿Quién es Martín Tecedor,

el cantero que hacía hablar a las piedras?

     Martín Tecedor Peña (Ezcaray, 1925-20 de Agosto de 2009) se marchó para siempre, sin hacer ruido, sin estridencias y sin darse la más mínima importancia tal como fue su vida: al son y bajo esa música interna que, sin saber cómo ni cómo no, le ha acompañado al compás de la talla de la piedra, la pasión que presidió toda su vida. Ya su padre y su abuelo habían sido canteros, su familia toda en fin cultivó ese arte noble donde los haya que consistía en lo que ahora empiezo a comprender y que según parece consiste en hacer hablar a las piedras y que con unos diez años escuché por primera vez en boca del párroco del pueblo cuando tuve la suerte de conocerle:

Manuel Tecedor Peña. Foto de Jesús Sáenz de Pipaón (Publicada en la revista Belezos nº6)-         Aquí Martín Tecedor, el cantero que hace hablar a las piedras.

      -     Ya.

Como quiera que mostrara semejante asombro y don José Luis se afanara en hacerme comprender tamaña aseveración, parece que estoy viendo a Martín con su media sonrisa y esas expresiones tan oportunas.

-         Pero hombre de Dios, ¿no ve usted que es un niño?

Eso mismo digo yo de ti, Martín que  nunca quisiste renunciar a esa curiosidad infantil que acompaña siempre a los soñadores que saben esculpir con fina maestría esas formas que, cuando alcanzan esa cima ignota de lo que siempre se desea, sin dejar de asombrarnos, nos parece que sólo así era posible concebirlas y que esa y no otra era su forma natural y primigenia de presentarse al mundo que conocemos. Y no de otra manera acertaremos ya jamás a descifrar aquello que tu mano supo tallar. Podría acordarme del monte San Lorenzo, en cuyo monolito se alza majestuosa la Virgen de Valvanera, de la ermita de Santa Bárbara, con su espadaña y campanario, acaso de la de Allende, cuando dejaste tu impronta en el año 1984, tal vez del crucero de la Iglesia de Santa María la Mayor que ahora está en el jardín junto al Echaurren, de su fuente ornamental, si quieres de la Fuente de Soleta en el año 2000 también, ¡cómo  no!, de la portada del pabellón de La Rioja en la Expo-92 de Sevilla, que tantas veces te vimos tallarlo en el pueblo… En Las Teñas, en el Parque de Los Nogales, en el de La Estación, donde mana el agua de las entrañas de esas piedras que tu mano sacó de donde fuera lo mejor de sí  mismas y hoy adornan esos espacios naturales que siempre estuvieron huérfanos hasta tu caricia que, aunque no queramos está, pero que muy presente, esa huella tuya que dignifica y alcanza esa mayoría de edad que se precisa para gozar en su plenitud toda. Es fácil echarte de menos, ahora que te has ido, sin embargo cuando estabas entre nosotros, como quiera que pensábamos de manera egoísta que te tendríamos en tu taller de junto a casa eternamente, no supimos o no quisimos decirte todo cuanto tenía ese arte sempiterno de construir esas formas nunca soñadas que ya son y forman parte de ese latido que, una vez ha calado hondo, ya no puede dejarse de oír jamás… Parece difícil hacer creer que, aunque tarde, se empieza a comprender qué hay detrás, ante, durante y hasta después de una piedra recién tallada por ti, al menos durante los últimos veinte años en que los ecos de esos golpes dados por ti con esa fina maestría al alcance de unos pocos se presentan como definitorios y nos quedan los ecos que pugnan con el silencio por abrirse paso con lo que se llevó el ayer, ahora que ya es para siempre. ¿Qué pasará cuando los años pasen y las siluetas de tu obra toda emerjan más elevadas si cabe con todo su esplendor? ¿Es cierto que habrá alguien que pueda decir y que lo diga a ciencia cierta: aquí están las tallas que hablan por boca de Martín?

Julio Arnaiz

 

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