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  y, en él, de la hospitalidad que se práctica hacia los peregrinos en nuestra 
  Región. 
  
  Este año, como 
  todos en los que coincide la fiesta del Apóstol –25 de julio– en domingo, se 
  considera Año Santo. Como viene siendo habitual desde 1122, fecha en la que el 
  Papa Calixto II consideró esta coincidencia como momento para celebrar el 
  jubileo, el número de peregrinos que se ponen en camino hacia Compostela se 
  dispara. 
  
  Si en los 
  últimos años santos de 1993, 1999 y 2004 los peregrinos que sellaron su 
  credencial en Santiago de Compostela fueron 99.436, 154.613 y 179.944 
  respectivamente, para el año actual (el siguiente no será hasta el 2021) se 
  espera que superen los 200.000. 
  
  Pues bien, 
  cuántos de ellos cruzarán el Ebro por el puente de Piedra de Logroño, 
  visitarán la capital riojana e incluso serán acogidos en albergues, pensiones 
  y hoteles de esta ciudad. Cuántos recorrerán el trayecto que les llevarán al 
  límite con Castilla, pasado Grañón. Cuántos disfrutarán con los variados 
  paisajes de La Rioja Alta, y el arte y la historia que encierran Navarrete, 
  Ventosa, Nájera, Azofra, Santo Domingo de la Calzada y la misma localidad de 
  Grañón. Y, por último, qué recuerdo se llevarán de los riojanos esos miles de 
  peregrinos que atravesarán nuestra Comunidad. ¿Querrán volver tras finalizar 
  su experiencia jacobea? No hay que olvidar que cada peregrino transporta, 
  además de mochilas bien repletas, los recuerdos de las ciudades que va dejando 
  a su espalda, y que son, precisamente, esas vivencias las que trasmite a los 
  demás y las que le podrán hacer volver hacia aquel lugar donde se sintió a 
  gusto. 
  
  No vamos a 
  hablar en esta ocasión de la imagen de unos cascos antiguos no del todo 
  rehabilitados, cuando no ruinosos; ni de una señalización, no siempre 
  correcta; ni de unas iglesias, la mayor parte del tiempo cerradas. Vamos a 
  centrarnos en la hospitalidad que esos peregrinos podrán recibir en cada una 
  de las localidades, a su paso por La Rioja. 
  
  Se dice en los 
  manuales al uso que los peregrinos de tiempos pasados buscaban en la 
  hospitalidad “techo y fuego”. Es decir, un lugar cubierto donde dormir y un 
  fogón donde calentarse y cocinar. Claro está, que si esa demanda iba 
  acompañada de “raciones alimenticias”, mejor que mejor. Hoy todo ello está al 
  alcance de los caminantes; nuestra sociedad pone ante ellos centros hoteleros 
  y hosteleros de variada gama –con pocas o muchas estrellas, con uno o con 
  varios tenedores– y con tradicionales tiendas de ultramarinos así como con 
  grandes áreas comerciales donde poder adquirir todo lo necesario para 
  alimentarse, vestirse y hospedarse. 
  
  Incluso la 
  “asistencia sanitaria” antaño muy demandada, pues hay que recordar que muchos 
  peregrinos realizaban su largo viaje buscando los poderes curativos 
  extraordinarios que se reconocían al apóstol Santiago, era practicada en 
  pequeños y rudimentarios hospitales y lazaretos bajo la advocación de San 
  Lázaro, San Antón o la Magdalena y que hoy se recibe de manera fácil y 
  universal, en ambulatorios, clínicas y hospitales que se reparten a lo largo 
  del Camino. 
  
  Por último, 
  hemos de hacer notar la asistencia espiritual ofrecida a los peregrinos a lo 
  largo de la ruta jacobea. Con el paso del tiempo, el Camino de Santiago se 
  convirtió en un espacio sagrado, jalonado de monasterios, iglesias, ermitas y 
  capillas con sus reliquias de santos e imágenes milagrosas de visita obligada. 
  Hoy existe una menor demanda por parte de los peregrinos, a lo que se une un 
  cierto desinterés por parte de algún sector del clero riojano en dejar 
  abiertas las puertas de los templos. 
  
  
  
   Bien, 
  pero como ni todo es negro ni todo blanco, pongo a disposición de los lectores 
  la red de hospitalidad que el peregrino encontrará a su paso por La Rioja 
  –salvo error u omisión, como se dice–, durante este Año Santo de 2010. 
  
  Centrándome 
  sólo en el llamado Camino Francés (en otra ocasión se escribirá sobre el 
  Camino del Ebro), Logroño ofrecerá una amplia red de hoteles, hostales y 
  pensiones para acoger a los peregrinos; así como dos albergues dedicados en 
  exclusividad para ellos. Uno, de propiedad municipal, y regentado hasta fechas 
  recientes por la Asociación de Amigos del Camino en La Rioja, donde por unos 
  cuantos euros se le ofrecerá la posibilidad de pernoctar y prepararse la cena 
  y el desayuno en su flamante cocina; y otro, situado en los salones 
  parroquiales de la iglesia de Santiago el Real, donde, sin pago alguno, además 
  de ofrecerle lugar de descanso, se le invitará a compartir una cena 
  comunitaria y un tiempo de reflexión en el propio templo. 
  
  Ya en 
  Navarrete, después de dejar atrás las ruinas del que fue hospital medieval de 
  peregrinos de San Juan de Acre, el caminante podrá descansar en esta localidad 
  en un albergue de propiedad municipal, previo pago de los correspondientes 
  euros, o en otros albergues privados, hostales e incluso en el hotel del 
  antiguo colegio de San Camilo. Kilómetros después, en Ventosa, la Asociación 
  de San Saturnino le ofrecerá el albergue que ella misma gestiona después de 
  pagar una módica cantidad por el alojamiento. 
  
  En Nájera se 
  encuentra el segundo albergue riojano atendido por hombres y mujeres 
  pertenecientes a la red de Hospitaleros Voluntarios dependiente de la 
  Federación Española de Amigos del Camino de Santiago, asociación a la que 
  curiosamente no pertenecen los “Amigos del Camino de La Rioja”. Este albergue 
  está gestionado por la buena gente de la asociación de Amigos del Camino en 
  Nájera y se encuentra en unas dependencias municipales cercanas al río 
  Najerilla que sustituyeron al anterior albergue situado en el propio 
  monasterio de Santa María la Real. Otros albergues de titularidad privada, 
  pensiones e incluso el hotel San Fernando dan “techo y lumbre” a los 
  peregrinos que deciden hacer parada en esta ciudad, otrora capital de un 
  reino. 
  
  Azofra nos 
  muestra la historia reciente de la hospitalidad en dos ejemplos: una pequeña 
  dependencia anexa a su iglesia que fue construida como hospital de peregrinos 
  por una asociación alemana de Amigos del Camino, quien corrió con los gastos 
  de su rehabilitación; y el flamante y reciente albergue levantado con fondos 
  públicos y de titularidad municipal que es gestionado desde el propio 
  Ayuntamiento de la localidad, que es quien pone un precio a la acogida 
  jacobea. Además de en estos albergues, el peregrino tiene la posibilidad de 
  utilizar el Hotel Real Casona de las Amas. 
  
  Santo Domingo 
  de la Calzada nos ofrece uno de los albergues más señeros de toda la ruta. 
  Recién inauguradas las  
  dependencias de su última ampliación, es capaz de dar acogida a más de cien 
  personas. Es gestionado por la Cofradía del Santo creada por el propio Domingo 
  hace 900 años y que tiene entre sus méritos ser la más antigua de España en 
  cuanto a la atención a los peregrinos. Ésta recibe la ayuda de los miembros de 
  la Red de Hospitaleros Voluntarios quienes, junto a los cofrades, prestan su 
  tiempo y su trabajo de forma desinteresada en la acogida. La oferta 
  hospitalera queda completada con la que prestan las benedictinas del 
  monasterio cisterciense durante el verano, la de varias pensiones y fondas, 
  así como por los dos Paradores Nacionales situados en la ciudad calceatense. 
  
  Para terminar, 
  la última localidad jacobea riojana, Grañón, se enorgullece de ofrecer al 
  peregrino un albergue de “muchas estrellas” como queda recogida en la 
  valoración que hacen del mismo, y desde hace doce años, cientos de peregrinos. 
  No posee la fuente relajante del de Azofra, ni las esculturas jacobeas del de 
  Logroño, ni un río cercano donde poner a descansar los pies como el de Nájera, 
  ni la tradición del de Santo Domingo. Pero, este albergue, conocido como 
  “Hospital de San Juan Bautista”, se hizo por peregrinos y para los peregrinos, 
  con el trabajo y los fondos económicos de diferentes asociaciones jacobeas, 
  sin subvenciones de ningún tipo, sin inauguraciones suntuosas, con un amplio 
  suelo donde dormir, con una chimenea encendida, con un espacioso césped donde 
  echar el cuerpo a descansar, con un amplio salón donde cada noche comparten 
  cena, vivencias y recuerdos los caminantes, y con una iglesia anexa a la que 
  se invita cada noche a la reflexión. Y, para terminar, con una caja en la que 
  un lema pone precio a la estancia, a la cena y al desayuno: “peregrino, 
  deja lo que puedas o coge lo que necesites”. Ah, y al igual que el de 
  Santiago el Real de Logroño, el albergue municipal najerino y el de la Casa 
  del Santo en la Calzada es atendido por los Hospitaleros Voluntarios del 
  Camino de Santiago. 
  
  
                                                                                    
         Texto y fotos: Ángel Urbina Merino 
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