SOBRE LA CRISIS |
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Como un paciente maltrecho, el sistema económico busca médicos que lo curen. Los signos presentados configuran un curioso cuadro clínico del cual extraigo estos elementos: la bolsa se desinfla después de que quienes tenían mucho por ganar hayan escapado a tiempo; los bancos se han cansado de prestar dinero a diestro y siniestro; los constructores han apurado los resquicios de suelo para emular el milagro de la multiplicación de los panes y peces vendiendo el ladrillo como si de oro se tratase; las fábricas de automóviles han producido vehículos como para que los cambiásemos cada 5 años, a pesar de que su duración prevista era más larga; los pozos de petróleo se han secado de tanta energía que hemos trasegado; hemos importado mano de obra de países menos desarrollados en abundancia para mantener satisfechas nuestras necesidades por nimias que fuesen,.. El diagnóstico del sistema está claro: agotamiento por exceso de esfuerzo. Sin embargo, no lo admitimos y nos empecinamos en buscar soluciones para cada síntoma. Además, acudimos a varios médicos de distintas especialidades con el riesgo de que cada uno enfoque el asunto a su manera: el empleo ha de mantenerse a toda costa, los impuestos han de bajar, el despido se ha de abaratar, las cotizaciones sociales han de disminuir, ha de darse dinero a los ayuntamientos aunque lo empleen en proyectos improvisados, se ha de dar dinero a cada contribuyente para que consuma más, hay que refinanciar con fondos públicos a los bancos o incluso se ha de crear dinero de la nada para entregarlo a los bancos y sanearlos, hay que eliminar los paraísos fiscales que, de repente, aparecen como culpables de todos los males ante el G-20, aun cuando los problemas bancarios se han originado en EEUU -que no es un paraíso fiscal-, los mandatarios han de reunirse más veces para buscar soluciones concertadas, hemos de incurrir en déficit del sector público y que las generaciones futuras paguen nuestros platos rotos, hemos de salir de la encrucijada sin cambiar la relación de fuerzas entre los factores de producción, ni nuestros estilos de vida, ni nuestra escala de valores, ya que eso sería muy delicado y el paciente puede rebelarse,... Los médicos no se ponen de acuerdo, unos abogan por apretarse el cinturón, otros apuntan que hay que quitarse la faja y volver a tener confianza para consumir más y mejor y para que las empresas vean el horizonte despejado e inviertan y creen empleo. En esta tesitura, el paciente sigue agotado y desconcertado. Algunos facultativos apuestan por que repensemos el modelo de crecimiento económico, pero solo de forma "light". Es decir, pasar del auge del sector de la construcción al auge de otro sector, ese que dicen de la innovación y nuevas tecnologías. Pero ahí surgen las dudas. ¿Qué es lo que hacemos bien? ¿Dónde está nuestra ventaja comparativa y competitiva? ¿A qué sector ir? Sin embargo, pocos se plantean que ese cambio propuesto no alterará los comportamientos oportunistas del sector financiero, ni el estilo de vida derrochador del ser humano que en cuanto disponga de una renta se rendirá sin dificultad a los encantos de nuevos bienes y servicios resaltados y amplificados por los expertos en marketing. Seguiremos consumiendo e invirtiendo creyéndonos así que buscamos y, lo que es peor, que encontramos la felicidad o utilidad. ¿No somos capaces de ver que hay otras posibilidades? ¿No ha de estar el sistema económico a nuestro servicio y no al revés? ¿No hay quien hable de ello o que tan siquiera plantee una discusión seria al respecto? ¡Todo para el sistema, pero sin el sistema! Fernando Antoñanzas
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