Jesús Vicente Aguirre
González*
Los
riojanos nacidos en estos últimos 30 años, han contado en sus casas no sólo
con televisión, sino también, con vídeo-consola y para cuando se han dado
cuenta, ya jugaban con el ordenador y chateaban con sus amigos vía Internet.
Su vida escolar ha estado presidida por la posibilidad y obligatoriedad de
estudiar, al menos hasta cierta edad, y si bien las perspectivas de trabajo no
siempre han sido las mejores, tienen la posibilidad de aguantar el chaparrón
bajo el paraguas casero hasta encontrar una ocupación y pagarse (de esas
maneras) una vivienda.
Todo
ese segmento de población ha vivido, y sólo ha conocido, un régimen
democrático y de libertades ciudadanas tan normalizado y habitual, que les es
muy difícil imaginar que antes pudo ser de otra manera. Todos ellos tienen una
Constitución, un país, una bandera, una Comunidad Autónoma, un estatuto y otra
bandera, que van cumpliendo, los que menos, 25 años, que para ellos podrían
ser 300. Siempre fue así.
Muchos sabemos, y lo recordamos
perfectamente, que siempre no fue así. Primero, vamos de lo general a lo
particular, tuvimos que pelear porque la libertad y la democracia fueran las
señas de identidad de un país que salía de una larga y dura dictadura. Eso se
tradujo en una nueva Constitución, algo más que un texto, que buscaba y
permitía la convivencia pacífica de todos los españoles al margen de sus ideas
y creencias. Una amnistía sellaba un pacto de futuro que muchos confundieron
con un pacto de silencio. No estoy de acuerdo, y amnistía no significa
amnesia. Por eso, desde mi más ferviente deseo de convivencia en paz para el
futuro, respetando de nuevo las diferentes ideas y creencias, creo firmemente
que debemos repasar las historias del pasado, incluso y sobre todo las más
negativas, justamente, y entre otras cosas, para no repetirlas.
Con la democracia instalada en
nuestro país, la Constitución, que apoyamos la mayoría de los españoles, nos
permitía romper el férreo centralismo de los últimos siglos y organizar
nuestro espacio geográfico y político de otra manera. Con las repercusiones
sociales y económicas que se venían encima. Y en ese estadio, La Rioja y los
riojanos, encontramos nuestro propio camino. No puedo resumir en cinco líneas
lo que ya me ocupó en su momento más de 300 páginas (“La Rioja empieza a
caminar”), pero sí quiero recordar tres cosas:
Primera. Aquello fue obra de
todos. Pero no todos obraron igual. No se trata de dar o quitar medallas, pero
tampoco de echar balones fuera. Que La Rioja siguiera en Castilla era lo más
“tradicional” y más sencillo. Que pasara a formar parte de una gran región
vasco-navarra-riojana era más ambicioso (y no tan novedoso como algunos
pensaron, se trataba de un proyecto y deseo muchas veces expresado con
anterioridad por grupos políticos y, sobretodo, económicos). Mucho más
arriesgado, y minoritario en principio, fue pensar que La Rioja podía
convertirse en una región autónoma. Pero esa idea se echó a rodar por la
pendiente y se convirtió en una bola de nieve imparable, aderezada con 40.000
firmas, banderas y canciones, y aceptada finalmente, de uno en uno, por todos
los grupos políticos que acabaron defendiendo y consiguiendo primero el nombre
de Rioja para la provincia y, finalmente, la consideración y el estatuto de
Comunidad Autónoma para la misma.
Segunda. Conviene relativizar los
temas. Ciertamente hubo en aquella decisión mucho de “causalidad”, de causa,
de motivos y razones (geográficas e históricas). Pero no más que la que podía
existir en León o Valladolid, pongo por caso, que se quedaron donde estaban a
pesar de sus esfuerzos autonómicos. Así que lo definitorio fue la
“casualidad”. O sea, el estar en la estación donde había que estar, y a la
hora en punto, para subirse al tren de las autonomías. Comparto con otros
analistas, como he dicho en ocasiones anteriores, que con un gobierno más
fuerte y asentado, las autonomías uni-provinciales hubieran encontrado,
seguramente, más problemas para su reconocimiento.
Tercero y último. Yo que estoy
orgulloso de ser y sentirme riojano, tengo claro que riojano puede serlo
cualquiera. Y eso tiene más de principios universalistas que de sentencia de “perogrullo”.
Me siento igualmente español, europeo y ciudadano del mundo. Como todos y cada
uno de los seres humanos. Y cercano a todos ellos. Especialmente a aquellos
que han elegido nuestra tierra para encontrar paz, trabajo o futuro. Abro mis
manos, y mi pluma-ordenador, para estrechar las suyas, desde el respeto a sus
costumbres y a nuestras leyes, faltaba más. Recordando algo de lo que se ha
escrito mucho y nos sentimos orgullosos: el sacrificio y el esfuerzo que
hicieron muchos riojanos (y gallegos, y andaluces, y…) en el pasado cuando
emigraron a tierras americanas y a otros países europeos.
Y aquí estamos. Riojanos por
historia y por derecho. Con enormes tareas por hacer, con muchas aristas que
recortar, con algunos fallos que enmendar.
Por ejemplo, y termino ya. Es el
tiempo de la autonomía municipal. Y para eso es necesario el concurso y
espaldarazo del gobierno autonómico. Sin cicaterías y, sobretodo, sin
estrecheces partidistas. Que no queden fuera del reparto Ayuntamientos de
distinto signo político al del gobierno de la Comunidad.
Lo mismo decimos, pensamos y
exigimos del Gobierno de Madrid hacia los autonómicos, por ejemplo hacia el
Gobierno riojano. Pero atención, por lo visto y escrito, el palo y tentetieso
suele darse más bien desde la periferia al centro, máxime si también en este
caso los colores partidistas son diferentes. Como es el caso en nuestra
Comunidad. Donde, recordemos, se negociaron en su día (mejor o peor, más o
menos dotadas económicamente, que eso también es discutible) las últimas y más
jugosas competencias, educación y sanidad, entre Gobiernos del mismo signo
(del Partido Popular). Así que lo mismo decimos, pensamos y exigimos del
Gobierno de La Rioja hacia el Gobierno Central. Habrá que discutir y
reivindicar desde la igualdad y solidaridad con todas las autonomías y
regiones de España, pero… con menos crispación y más diálogo, menos
prepotencia y más tolerancia, menos humos y más carne en el asador. Nos va en
ello el futuro. Y ganaremos con ello el presente.
* Jesús Vicente
Aguirre es autor del libro “La Rioja empieza a caminar”,
IER, La Rioja 20XX1, 2002. En
aquellos años de la transición
autonómica formaba parte del
grupo musical “Carmen, Jesús e Iñaki”.
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