La pervivencia de la Forja en Zarratón

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El oficio de herrero constituye uno de los más antiguos de la historia. Ya aparece citado en el Génesis el nombre de Tuvalcain como el del primer forjador, y tampoco la mitología clásica se olvidó del arduo trabajo del hierro, siendo el único dios cojo del Olimpo, Vulcano, el encargado de realizar las armaduras, espadas y carruajes para los demás dioses. Y así como herrero, le representa Velázquez en su célebre obra La Fragua Reloj en el Ayuntamiento de Laguardia. Foto: Familia Toféde Vulcano. En ella se plasma el momento en el que Apolo (dios del sol) aparece en la fragua para comunicarle que su esposa Venus, ha sido encontrada en el lecho con Marte, el dios de la guerra. Las caras de sorpresa tanto del dios como de los ayudantes no necesitan comentarios, pero además de de este estudio de actitudes, Velázquez, nos ofrece el privilegio de observar una fragua del siglo XVII representada con todo lujo de detalles, yunque, martillo, el calor del fuego, y la obra final, una brillante armadura, que paradójicamente, realizaban con esmero para el propio Marte.

A pesar de estas muestras de la utilización del hierro, ya en plena Edad de Bronce (1900 a.C.) se comenzó a usar puntualmente, como material de carácter más ornamental que práctico.

Sin embargo, la extracción formal de los yacimientos y las primeras ferrerías o fraguas se da con la llegada de los pueblos indoeuropeos en la primera Edad de Hierro (hacia el 1000 a. C.).

Con los celtíberos la producción férrica aumentó notablemente y el hierro pasó a ser considerado un material con gran carga bélica ya que mayoritariamente era utilizado para la realización de lanzas, espadas, flechas, hachas y otras armas.

Al llegar los romanos a la península quedan impresionados por la riqueza minera del país y lo avanzado de la metalurgia del hierro, que según aparece citado en documentos y textos de la época, era la más avanzada que habían visto hasta el momento. De esta manera, en lugar de introducir novedades respecto a este material, se limitan a continuar con los mismos procedimientos y técnicas. El único cambio significativo que se da en esta época es que, al contrario de la tendencia del momento en la que era un solo trabajador quien realizaba todos los procesos, desde la extracción del material hasta la obra final, se comienza a dar una especialización en las funciones diferenciando el minero(que extrae el material), herrero (somete el hierro a altas temperaturas en hornos), el fundidor (encargado de acerar las superficies) y el forjador ( que golpea con el martillo hasta darle la forma deseada).

Surgen en este momento también las primeras labores de rejería para reforzar espacios cerrados a los que se quiere otorgar con luz y ventilación.

Con la caída del imperio romano y las invasiones de los pueblos germánicos, la industria metalúrgica continua ostentando un papel preponderante que irá avanzando, tomando más y más importancia tanto a nivel práctico (aperos e instrumentos de labranza) como a nivel ornamental (rejería, candelabros, clavos, lámparas…).

A lo largo de los siglos el empleo del hierro se ha ido extendiendo, convirtiéndose en un material imprescindible, y es que el mundo actual no se podría concebir sin su presencia. Tanto la industria naval, como la ferroviaria, automovilística o aeronaútica son los últimos resultados de una evolución que se inició siglos atrás.

Respecto a la forma de trabajarlo en la actualidad, se dan dos tendencias: fundición y forja. La fundición consiste en elevar dicho metal a temperaturas extremas de forma que pase de un estado sólido a convertirse en un líquido que se vierte en moldes para conseguir la forma deseada. Este procedimiento se caracteriza por la realización en serie de múltiples modelos de barrotes y otras molduras, limitando la acción del herrero a comprar las piezas a grandes fabricantes y soldarlos a su antojo. Así la capacidad creativa se ve reducida casi por completo y los resultados son piezas baratas, de menor calidad y sin originalidad. A pesar de que esta es la tendencia predominante, no se ha perdido por  completo el arte milenario de forjar o dar forma a los metales calentándolos en la fragua y moldeándolos a base de yunque, martillo, mucho tiento y experiencia.

Un ejemplo de esta artesanía del hierro la encontramos en un pequeño pueblo de la Rioja, Zarratón, donde Alejandro Tofé, sus dos hijos Rufino y Ramón y su nieto Daniel, continúan con el arte de extraer verdaderas obras de arte del hierro.

Estas tres generaciones que hoy trabajan juntas son solo el resultado de la pervivencia de una saga dedicada a la forja. Así lo atestigua la existencia de un testamento que dice así:

El 16 de junio de 1881, don Pelayo Tofé del Val, deja en herencia a su hijo Don Ceferino Tofé España, la mitad de una casa en la calle Real nº13 de zarratón, con la condición expresa que no la podrá utilizar para nada más que para fragua, compuesta de todas las herramientas necesarias, yunque y fraguas.Obra religiosa en Labastida. Foto: Familia Tofé

Estos artesanos de Zarratón han pasado de la construcción de aperos y maquinarias de labranza, a centrarse en trabajos de forja artística que diseñan por encargo. Así en localidades como Laguardia, podemos ver el reloj de la plaza mayor, cuya estructura de hierro con decoraciones en latón realizaron en 1998.

Otro ejemplo lo podemos ver en Labastida. Se trata de una reja coronada por una reproducción de hierro de la talla románica del Cristo del descendimiento que se encuentra en el interior de la iglesia.

También han adquirido fama sus decoraciones de formas vegetales imitando fielmente, y con claras influencias modernistas, ramas de vid con sus racimos brillantes de uvas. Una de estas cepas metálicas se pueden admirar en la recién reformada plaza de San Vicente de la Sonsierra.

Noelia Tofé Santamaría.

 

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