CINE, LITERATURA Y JAVIER MARÍAS

CINE Y LITERATURA

          A raíz de los últimos éxitos cinematográficos de algunos autores riojanos, y escuchando en una tertulia, de las que amenizan las tardes radiofónicas riojanas, ciertos atinados comentarios sobre “El Texto Iluminado”, esa programación periódica que presenta, con sabiduría y su habitual sentido común, Bernardo Sánchez, di en reflexionar sobre el creciente paralelismo entre cine y literatura, lo cual no es malo ni bueno, propiciado sin duda por la actual generación de escritores, nacida en la cultura de la imagen y formada más en la visión que en la imaginación, lo cual hace que la escritura, casi sin pretenderlo, tenga un planteamiento cinematográfico y la narración tienda a sostenerse por medio de imágenes.

          Es obvio que el cine no siempre tiene un fuerte componente literario, a veces no tiene ninguno, pero suele tenerlo. Viene a mi memoria una extraña, por inusual y desconocida, película alemana, vista hace muchos años en un circuito de cine universitario, entonces prohibida, seguramente por un desnudo intrascendente e inocente, cuyo título estaba traducido, si la memoria no me falla, como “Artistas en el circo, bajo la carpa, indecisos”, de la que no recuerdo mucho, pero sí que fue la primera película en la que percibí la ausencia de elementos literarios, en realidad había ausencia de guión, y, extrañamente, tampoco era una película con excesiva carga visual, si es que puede decirse esto de un metraje cinematográfico, pues lo usual es que se compense la escasez de lo literario con un exceso visual.

          Tomé la costumbre, a partir de aquella cinta, de calibrar el contenido literario, cuando iba al cine, y he de decir que no he encontrado diferencias, en el paso de los años, respecto a la cantidad de dicho contenido, aunque mi mirada no deja de ser una mirada parcial e individual y no constituye un aval certificativo de experiencia. Otra, sin duda, es la visión desde el otro término del binomio. En los escritores sí que he creído apreciar un deslizamiento creciente hacia la cualidad cinematográfica de sus novelas; y no creo que esté originado, aunque en algún caso lo estará, por la lícita idea de que la novela pueda ser llevada al cine, sino por la cultura visual del escritor, que automatiza sus pensamientos literarios en imágenes y eso se traslada a su escritura. Cada vez es más extraño encontrar una novela sin características cinematográficas, y esto no supone un añadido de bondad o maldad a la calidad de la novela, ya lo he dicho antes, aunque sí suele llevar un añadido  de dificultad lectora, ya que el escrito ha de sostenerse en el único andamiaje  del lenguaje, lo cual siempre exige un esfuerzo lector suplementario.

   Cine y Libros. Foto: Fede       El último caso que he encontrado, en mi humilde opinión, de esta clase de novelas escasas, sin apenas referencias visuales, ha sido la primera entrega de Javier Marías de su “Tu rostro mañana”, una desconcertante novela que debería llevar en volandas a su autor hacia la Academia de la Lengua, pero también sería lógico que le hiciera perder lectores –apenas conozco lectores que hayan conseguido acabarla, pero sí conozco a varios que han abandonado su lectura, algunos de ellos expertos lectores y fieles seguidores de Marías, aburridos sin duda por el exceso de oraciones disyuntivas y por las digresiones encadenadas– aunque quizás no le haga perder compradores, es bien sabido que la venta de libros no siempre tiene que ver con la lectura. Sería injusto, por mi parte, no reconocer que Marías consigue transformar el abuso de oraciones copulativas y, sobre todo, disyuntivas en buen uso e, incluso, en recurso, y que de las digresiones sucesivas hace método y arte, aunque es inevitable que el lector pierda interés porque el argumento se eterniza y acaba quedándose en nada, pero, sin duda, el interés de la novela no está en lo que narra sino en cómo lo narra, en la exquisita utilización de un lenguaje de belleza abrumadora, lo que constituye su principal riesgo y aleja el libro de habituales y cinematográficas novelas.

          Existen maravillosas novelas cinematográficas y otras, también maravillosas, que no lo son; y el autor es libre –es casi la única libertad que le queda, y no siempre de escribir como Dios y su imaginación le den a entender, de igual manera que el lector es libre de leer esto a aquello, mas siempre habrá una novela, sea cinematográfica o no, que leer y una película, con armazón literario o no, que ver, al fin y al cabo son tan admirables el cine y la literatura que siempre habrá donde elegir.

"Alonso Chávarri"

 

El escritor riojano Jesús Miguel Alonso Chávarri es catedrático de Matemáticas y autor de las novelas: “Tasugo”' (Premio Villa de Madrid) y “La hipótesis del continuo: una historia de la transición”.

 Ha recibido multitud de premios por sus relatos y poemas, algunos recogidos en el libro "De Buena Fuente".

Escribe una columna quincenal en el diario La Rioja: “La plazuela perdida”

 

     

 

 

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