¿Dónde está la cuna?

DÓNDE ESTÁ LA CUNA

Convertido políticamente el monasterio de San Millán en símbolo de la autoría riojana del idioma castellano, saltó el proyecto cántabro de convertir Comillas en un foco mundial de investigación sobre el español. Proyecto además que aparece respaldado por el gobierno central. Si se une el hecho de la disparidad del color político gobernante en nuestra Autonomía respecto al cántabro y al central, tenemos ya servido un rifirrafe. Aunque últimamente se han calmado las aguas gracias a una anunciada subvención capitalina. 

Cantorales de San Millán. Foto: Fede

Enturbiar la realidad histórica con pretensiones políticas es fuente permanente de conflictos. El pasado es cómo fue, aunque cada generación lo interprete de distinta manera, según sus particulares imaginarios. Por eso, el estudio científico en el terreno de las humanidades difícilmente alcanzará un grado de objetividad indiscutible. Pero al menos ha de seguir intentándolo sorteando y superando los sucesivos errores. Claro que la tentación vendrá para poner sus estudios al servicio de los intereses dominantes en cada momento.

Sobre esto del nacimiento del idioma, del nuestro y de cualquier otro, hay un error común contra el que oído clamar más de una vez a nuestro experto Claudio García Turza. Por lo que yo sé es infantil pensar que naciera en una fecha determinada. Algo así, como si de repente sus primeros hablantes se fueran a la cama con uno heredado y se despertaran a la mañana siguiente hablando el nuevo. Más bien, se trataría de un proceso lento en el que los nietos ya mal entendiesen el habla de sus abuelos y para sus descendientes resultase del todo ininteligible. ¿Cuáles pueden ser las causas de la aparición de un idioma nuevo?. Seguramente muchas y no primordialmente lingüísticas. Vicisitudes históricas, económicas, el contacto con otros pueblos portadores de algún idioma distinto.

Los estudios de Menéndez Pidal nos han ilustrado sobre los orígenes del español. El viejo latín se íba fragmentando después de la caída del imperio romano y de la invasión de los pueblos germánicos. Y así nos describe como la relativa unidad del romance peninsular se quebró por la irrupción de ese idioma nuevo más joven y revolucionario, que acabó llamándose castellano. Así, aún hoy podemos percibir más similitudes entre el galaico-portugués y el catalán, o el bable asturiano con la fabla aragonesa, que todos ellos con el castellano triunfante que escindiría la Península lingüísticamente. ¿A qué se debió esta innovación?. D. Ramón lo tenía claro: a la influencia vasca que consagró la fonética del nuevo idioma, eliminación de las efe iniciales, desaparición de las vocales intermedias dejando intactas las cinco básicas, no pronunciación diferenciada de la v que se confunde con la b.

Esto nos puede dar la pista de dónde estaba la cuna del nuevo romance: Cantabria y norte de Burgos –punto de encuentro de los foramontanos-, el sur de Álava, La Rioja, la ribera navarra. Una zona demasiado amplia para nuestras pretensiones ombliguistas. Lo que nadie podrá quitarnos es que en San Millán de la Cogolla, en sus Glosas Emilianenses, se escribieran las primeras palabras en lo que luego se llamaría castellano. Y conviene repetirlo: glosando un texto latino que ya no entendía  bien aquel monje bilingüe, como sus vecinos del valle de Cárdenas y del Oja, junta a aquellas palabras otras en euskera. ¿Qué miedos políticos impiden, pues,  que la Academia de la Lengua Vasca pueda celebrar algunas de sus sesiones en San Millán  con la misma naturalidad que representantes de las Academias Americanas de la Lengua Española?.  San Millán es, además del foco originario del español escrito, el punto de hermanamiento de dos idiomas que desde su aparición gráfica han coexistido armónicamente, mientras no se ha intentado ahogar a quien ha querido usar la suya propia.

 También, dentro del rifirrafe hemos leído palabras altisonantes del Presidente del Gobierno Central describiendo a Cantabria como cuna de la historia de España. Lo cual no pasar de ser demagogia si se interpreta, como si fuese la única cuna. Pues tan cuna hispánica como ella, y cuidado que es hermosa y grata la Montaña, es el sepulcro compostelano o la sede arzobispal toledana, o una cañada de la vieja Mesta, o el Roncesvalles navarro, o….tantos otras, sin olvidar una judería o las ruinas de Medina Zahara. Cualquier rincón de nuestra vieja patria es cuna y tumba, memoria de ayer y esperanza de futuro. Una de ellas, humilde pero fecunda es el monasterio riojano de San Millán, a su sombra pueden y deben estudiarse los orígenes y problemas de los idiomas hispanos. Sin competencias vanidosas pero sin falsas modestias. Si la semilla del idioma común se encontró aquí, hoy sabemos que ya no es su cogollo sino que estamos en su periferia. Es en América donde están la mayoría de sus hablantes, Es allí donde está su fuerza y su futuro….

                                                              Pedro Zabala

 

 

VOLVER

amigosdelarioja@amigosdelarioja.com