Alguien
dijo que las bicicletas son para el verano, sin embargo no
comparto demasiado esta opinión, ya que podemos utilizarlas en
las, ahora ya añoradas, horas de estío para acercarnos a la
playa, piscina de turno o para pasear por el pueblo, pero también
para acudir al trabajo, universidad, etc, evitando así los
atascos y problemas de aparcamiento diarios.
No
cabe duda que hacerlo actualmente podría ser calificada como
actividad de alto riesgo, ya que enfrentarse al tráfico en una
ciudad que da la espalda a la bici puede resultar peligroso, o
incluso, temerario.
Sin
embargo creo, y no me gustaría pensar que se trata de otro más
de mis deseos utópicos, que Logroño es una ciudad con el tamaño
ideal para ello, eso sí, si dispusiera de carriles-bici, que
haría de nuestra ciudad un lugar más llevadero y humano.
Sería
posible convertir a Logroño en una de esas ciudades que,
sabiendo adaptarse a los tiempos e incluso apostando por la
innovación (a juzgar por las últimas obras municipales), sabe
respetar el medio ambiente, potenciando igualmente la calidad de
vida de sus habitantes.
Ejemplos
hay muchos, pensemos en Ámsterdam o la Toscana italiana,
ciudades cuyo encanto no se encuentra tan solo en la
arquitectura sino también en su forma de vida. Y ya en España,
tenemos los precedentes de Madrid o Barcelona, que ya los han
implantado, sin que podamos olvidar las diferentes plataformas
que se han constituido en diversas ciudades que tratan de
ponerlos en marcha, como es el caso de Córdoba, entre otras.
Podemos
hablar de beneficios personales: implica un ejercicio físico
saludable, es el medio de transporte más económico, ya sea en
su adquisición como en mantenimiento y desde luego el tiempo
empleado en bicicleta es menor que el necesitado con el automóvil,
obviamente en las pequeñas distancias. Con ello nos olvidaríamos
del eterno problema del aparcamiento y acaso disminuiría el
estrés y agresividad que despierta en algunos el coche.
Pero
además de nuestros propios beneficios, tampoco podemos olvidar
los sociales, ya que es un medio de transporte no contaminante
(no produce gases tóxicos, ni contaminación acústica), los
ecológicos, con los que no hay comparación posible, podrían
disminuirse los gastos sanitarios al mejorarse la salud de los
ciudadanos e incluso desde la óptica del tráfico y la
seguridad vial, la disminución del número de coches mejoraría
la fluidez del tráfico y reduciría los atascos.
Las
motivaciones como vemos son muchas, personales y colectivas,
ahora sólo hace falta convencer a las autoridades municipales
de turno de su conveniencia.
Silvia
Landa Ocón
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