La especie INTELIGENTE |
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Dicen
los astrónomos que el Universo está formado por miles de millones de
estrellas y que cada estrella tiene centenares de planetas girando
alrededor.
Algunos apuestan, por un simple cálculo de probabilidades que entre ellos habrá algún mundo habitado por seres inteligentes como nosotros. Es decir, seres que podrían reaccionar igual que los miembros del parla-mento australiano. En los medios de comunicación apareció no hace dos meses la siguiente noticia: "Parlamentaria australiana expulsada de la cámara por amamantar a su bebé, el argumento esgrimido es que el bebé no poseía acta de diputado" O sea, que el mamoncillo no había sido elegido por los votantes y por tanto era un polizón sin derecho a escaño. ¡Qué tiempos! Un mes más tarde, el citado parlamento aprobaba el envío de dos mil soldados a Irak para cooperar en el derrocamiento de Mr. Saddam. Ello ha traído, como se ha visto, miles de víctimas, heridos, huérfanos y vidas destrozadas. ¡Qué tiempos! Los parlamentarios se escandalizan por un acto que, al fin y al cabo, es un acto de vida, alimentar a un miembro de la especie, y no por una acción que tiene como consecuencia un acto contrario misma. Decía al principio que ese hipotético mundo hermano de vida podría estar habitado por seres inteligentes como nosotros. Pues estamos apañados, porque hay gente y sesudos organismos que se empeñan en establecer contacto con esos mundos y no se sabe bien para qué. ¿Habrá allí parlamentarias expulsadas por el execrable acto de dar el nutricio líquido a sus criaturas? ¿Habrá allá sesudos prohombres y valiosas matronas que ven un acto destructivo más beneficios para la especie que un acto de amor filial? O sea, que nosotros somos la especie inteligente que, para demostrarlo, soluciona los conflictos de la manera más expedita: el garrotazo y tente tieso. Dicho de otro modo, que apreciamos, glorificamos y adulamos a congéneres legislantes, dueños de nuestros destinos, que prefieren cerrar los ojos a la Razón y acudir a la razón de la fuerza aduciendo, encima, que sus decisiones las toman en nombre un hipotético "bien general". Ya decía Oscar Wilde que la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la Virtud.Recomiendo vivamente a los astrónomos, astrólogos, astrofísicos, busca-dores de mundos gemelos y demás diletantes que en cuanto vean, establezcan contacto o siquiera intuyan que esos seres gemelos son como los inteligentes representantes de las cámaras legislativas de medio mundo, corran un tupido velo, guarden riguroso silencio sobre el asunto y entierren bajo siete estadios de tierra el proceloso descubrimiento, porque si ya tenemos bastante con lo que tenemos, sería trágico contar con la ayuda o la sinergia de semejantes congéneres extra galácticos. Personalmente, me dedicaré a invocar a todas las deidades para que tampoco los inteligentes hermanos espaciales nos descubran a nosotros.
Luis Darbonens
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