LAS  OTRAS  RIOJAS

 

    AMIGOS DE LA RIOJA lo defendió desde sus mismos orígenes. Fuera de los límites administrativos que nos impusieron desde hace siglos, hay comarcas y municipios tan riojanos como nosotros, que forman parte de esta Región natural e histórica que llamamos La Rioja. Muchos parecen haberlo olvidado, otros apartan la vista de esa realidad viva y no faltan quienes hasta les molesta la existencia de esos riojanos extracomunitarios.

    Cierto, los Pueblos no son una realidad fija, dotados de una esencia inmutable capaz de atravesar incólume los aconteceres históricos. Lo más permanente es la tierra y aún así está sometida a la acción de los agentes atmosféricos, agua y aire, y, sobre todo, de la propia actividad del hombre. En siglos pasados, las desforestaciones, el trabajo agrícola, las obras hidráulicas. En el anterior, y parece que en éste seguimos la misma tónica, el crecimiento de las ciudades y la despoblación de tantísimos pueblos y aldeas. Pero es indudable que el paisaje nos da una fisonomía inconfundible.

    La parcelación de La Rioja entre varias provincias y más aún el estar atravesada por una frontera foral es indudable que es un dato político e histórico que mengua esa unidad, pero que no rompe la comunidad sociológica y cultural que entraña la dimensión riojana. Para verla con nitidez, hay que esforzarse por superar las telarañas de la visión oficialista que imponen a las comunidades humanas un sentido uniforme. Somos un Pueblo pequeño pero plural. La riqueza de nuestra heterogeneidad constitutiva (como la de todos si no se incurre en una ceguera centralista) es clara. De la sierra al valle, de las Conchas de Haro a la puerta alfareña del Ebro, de la sierra de Cantabria a las alturas de la cordillera ibérica, hay un Pueblo mestizo en sus orígenes, con comarcas plurales que todavía esperan su reconocimiento oficial.

    Una de ellas es la Riojilla, el alto Tirón, enclavada en la provincia de Burgos. Su cabecera es Belorado que allá a principios del siglo XIX estuvo representado en la Convención de Santa Coloma y cuyo delegado formó parte de la Comisión que marchó a Cádiz para pedir a las Cortes la constitución de la provincia de La Rioja. Otras poblaciones importantes son Pradoluengo y Cerezo del río Tirón. Pero también son dignas de mención Viloria de Rioja, cuna de Santo Domingo de la Calzada y allá en el extremo Villafranca, al pié de los Montes de Oca, la histórica frontera entre el reino de Nájera y Castilla.

    La Rioja alavesa es otra comarca de rica personalidad. Juntamente con San Vicente, Abalos y Briñas formaban la Sonsierra del reino de Navarra. Conquistada esta zona por los reyes de Castilla, Fernando el Católico quiso incoporarla a las Hermandades de Alava, con el pretexto de defenderse de los bandoleros que poblaban la sierra de Cantabria. Así se hizo, excepto San Vicente y sus entonces aldeas Abalos y Briñas que se negaron en redondo y prefirieron hermanarse con sus vecinas Haro y Logroño. La cuadrilla de Laguardia vivió desde entonces acogida a las ventajas forales alavesas. Dos hechos conviene recordar: la petición de estos Ayuntamientos en plena segunda República de incorporarse a la entonces provincia de Logroño si triunfaba en Alava el estatuto de Euzkadi. Y la extensión por esta tierra del nacionalismo vasco después de la implantación de la actual democracia.

    Subiendo por el Iregua arriba, al lado de Villoslada está el entrañable municipio de Montenegro. Seguramente un error cartográfico, con olvido del puerto de Santa Inés, lo enclavó, cuando la división provincial, en la de Soria. Históricamente formaba parte de la hermandad de las Villas del Alto Najerilla, con Canales de la Sierra, Villavelayo, Mansilla, Brieva de Cameros, Ventrosa y los dos Viniegras, de Arriba y Abajo.

    Subiendo por el río Cidacos, nos encontramos en la actual provincia de Soria con Yanguas y San Pedro Manrique, villas y tierras que forman parte de nuestra Rioja. En el escudo de Yanguas, primera villa del señorío de Cameros, cuyo castillo acabará por desaparecer víctima de los años y de la incuria, se lee: "puertas del valle de Arnedo".

    Recordar estas Riojas es un deber inexcusable. No se trata de ninguna reivindicación política. (Son ellos, si así lo desean, quienen deben decidir su adscripción oficial). Es simplemente la evocación de un hecho: Ser riojano es mucho más que nacer o vivir dentro de unos determinados límites administrativos. A nivel primario, significa compartir unas vivencias culturales y sociales, una forma de hablar, un estilo de vida, un horizonte enraizado en una tierra ubérrima, una actitud vitalista, una apertura al exterior propia de quien no necesita cerrarse porque está seguro de su propia personalidad.

    Claro que un paso más decisivo es la de aquellos, pocos, que han hecho de La Rioja uno de sus compromisos existenciales. Han asumido su historia y trabajan en el presente para que en el futuro nuestra Rioja sea cada vez más una tierra pacífica, porque las semillas de la justicia y la libertad hayan dado en ella sus frutos.

Pedro Zabala

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