POR  QUÉ  NO  SOY  NACIONALISTA

    De ninguno, sea central o periférico. Fundamentalmente por dos motivos: Fronteras y Soberanías.

 

    Creo en la serie de Patrias escalonadas que van desde lo local al planeta entero. Desde esta visión, lo universal es únicamente lo local sin fronteras. Mientras que todo planteamiento nacionalista erige como clave definitoria la frontera, la línea sagrada que divide lo nuestro de lo extranjero. Niega los lazos que han unido y seguirán uniendo siempre a las gentes que moran a ambos lados de la muga. Nuestro atavismo animal es muy fuerte, el pipí con que las especies territoriales marcan lo suyo lo hemos convertido en rayas imaginarias que a veces subrayamos con alambradas, muros o simplemente con banderas o puestos policiales o aduaneros.

 

    La soberanía, la cúspide suprema de donde manan todos los poderes políticos en un Estado es radicalmente incompatible con la autogestión, esa profundización de la democracia participativa en que todos los poderes arrancan de la base, ejercidos de la forma más directa posible y empleando la delegación sólo en forma subsidiaria y plenamente revocable.

 

    Me hago cargo de que quien esté contaminado de cualquier nacionalismo, centrípeto o centrífugo está inmunizado frente a la lógica de estos razonamientos o de otros parecidos. El imaginario simbólico que nutre cualquier nacionalismo hunde sus poderosas raíces en estratos emocionales y profundos del subconsciente…

 

Pedro Zabala

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