RECUERDOS Y ESPERANZAS

He leído una cita de Kierkegaard en la que afirma que los instantes de nuestra vida están compuestos -o deben estarlo- a la par de recuerdos y esperanzas. Aquellos miran al ayer, éstos al futuro.

Digo deben estarlo, porque hay quienes están obsesionados con el pasado, se refugian con él -o añorándolo pues sienten que entonces fueron felices  o culpabilizándose de lo que hicieron-. Son incapaces de mirar hacia el mañana. ¿Hemos incurrido también nosotros en esa claustrofobia que nos impide avanzar?

Hay también quienes prefieren renunciar tanto a los recuerdos como a las esperanzas. Anhelan encerrarse en un presente ciego y mudo. Vivir como si no tuvieran historia y carecieran de porvenir. ¿Es esto posible? Quizá solo por breves momentos.

El presente vivido sanamente acoge el ayer y toma decisiones cara al mañana. No se niega a aceptar lo que le ofrece el hoy y no renuncia a disfrutarlo. Emplea cada uno de sus sentidos corporales en saborear lo que la vida le ofrece cada instante. Pero no renuncia al sentido de la vivencia del tiempo en su continuidad.

Hay dos formas de cerrar creativamente el futuro. Una es dejarnos absorber por el miedo. Temer que nos ocurrirán terribles males, quizá la proximidad de la muerte para nosotros o nuestras personas más queridas. La situación de pandemia global en la que nos encontramos es propicia para ese terror paralizante.

La otra es el fatalismo. Creer que todo está escrito de antemano, en los astros o en la voluntad misteriosa de un dios implacable. Con esa mentalidad, dejarse llevar de los acontecimientos sería lo único sensato que podemos hacer.

Hay otra postura inteligente de afrontar el futuro. Supone la creencia en nuestra libertad limitada y responsable y capaz de abrirse a la esperanza. En el instante único que vivimos, podemos adoptar decisiones, condicionadas por nuestra biografía y nuestro entorno, pero aptas para abrir vías hacia una sociedad más fraterna y más justa.

Lo fácil es repetir conductas y hábitos que sabemos son perjudiciales para nosotros y los que nos rodean. ¿No ha llegado la hora de cambiar, de buscar creativamente caminos nuevos hacia horizontes universales de libertad?

Pedro Zabala Sevilla

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