ASESINOS, SEMBRADORES DE MIEDO Y ODIO

Los terroristas no son ciegos. Matan, torturan, secuestran... No creen en los Derechos Humanos, por encima de ellos están sus dogmas, sean religiosos, políticos o económicos. En ese altar monstruoso sacrifican despiadadamente a sus víctimas. Sus actos no nacen del acaloramiento de una cólera súbita, son  fruto de decisiones fríamente tomadas y planificadas.

Cierto que. cuando se invoca al mismo Dios para justificarlas, añaden un elemento de perversión que llega hasta preferir morir por la esperanza en un paraíso donde creen se verán recompensados. Claro que sería injusto deducir que cualquier creencia religiosa lleva a sus seguidores al fanatismo y a ejercer la violencia para imponer sus dogmas. Lo mismo podría decirse de esas otras formas laicas de religión que son, por ejemplo. los nacionalismos, el neoliberalismo o las variantes del marxismo. Lo que distingue al fanático es su inseguridad interna: quiere negarse las dudas que están siempre en fondo de todo creencia. Por eso, como suele decirse,  el que no quiere razonar es un fanático; el que no sabe razonar es un tonto; y el que no se atreve a razonar es un esclavo.

Estamos horrorizados por los recientes asesinatos cometidos en Francia con una semanario satírico por haber publicado caricaturas de Mahoma.  Luego extendidos a los cometidos en una mercado judío y contra un policía, musulmán y de origen magrebí. Las protestas se han alzado en nombre de la libertad de expresión. Libertad que en las democracias formales se considera sagrada y absoluta, lo mismo que la propiedad privada. La libertad de expresión, consecuencia de la de conciencia, es uno de los Derechos Fundamentales de las personas humanas. ¿Son por ello, absolutos e ilimitados?. No por cierto, aunque así lo pretenda el individualismo dominante en el pensamiento único. Pertenecen a seres humanos, limitados constitutivamente, y no entes aislados. Somos nudos de relaciones: nuestra personalidad se va progresivamente modelando a través de los contactos que vamos manteniendo recíprocamente a lo largo de nuestra existencia. Y están limitados además por su misma finalidad, una extralimitación no es un uso de esos derechos, sino un abuso y por tanto es ilegítima. Los atentados contra la recta libertad de expresión pueden venir de quienes los utilizan abusivamente, de los poderes políticos y de otros particulares, sean colectivos o individuos. Muchas de las caricaturas publicadas en ese semanario eran directamente una ofensa contra profundos sentimientos de otras personas y, por ende, condenables. Esto no quita para que cortar la vida de sus redactores no sea una aberración muchísimo más grave: la vida, la integridad física de las personas es el corolario más directo y primordial de su dignidad.

Las masivas manifestaciones que se han producido en contra de esta barbarie han reunido, junta a muchas gentes indignadas de buena voluntad, a dirigentes políticos que ha hecho alarde de un cinismo hipócrita. ¿Cómo explicar su silencio cobarde ante los crímenes mucho mayores que se cometen en todo el planeta?. ¿Cómo pueden decir que defienden la libertad de expresión quienes no dudan en coartarla cuando creen que perjudica sus intereses?. ¿No son muchos de ellos los que han armado y financiado originariamente a esos grupos de fanáticos para enfrentarlos a sistemas políticos que no se sometían a sus dictados?. ¿No emplean algunos de ellos terrorismo de estado para sojuzgar a sus oponentes nacionales o de países rivales?. ¿Y no es la desigualdad creciente con sus secuelas de pobreza crónica, además de la destrucción de la naturaleza otra forma de terrorismo más perversa y con más víctimas?.

¿Seguirán dormidos los musulmanes moderados que tienen otra idea de un Islam basado en Alá, el Compasivo, sin enfrentarse con esos asesinos fanáticos y atrapados entre el recelo y odio de otras gentes?.

Y viene la segunda parte de esta tragedia, más letal y a más largo plazo. son asesinos, que han sembrado miedo y odio. Esas semillas están floreciendo en todo el mundo. La xenofobia, la desconfianza al diferente crece sin parar. Y ya hay grupos políticos que lo están aprovechando y avivando. El fascismo no ha muerto y está presto a resurgir, aprovechando las mismas causas que motivaron su auge en el siglo XX.

Y los gobiernos occidentales no dudan en aplicar esos miedos para en nombre de la seguridad, ir cercenando las libertades de sus ciudadanos. Se trata de controlar el riesgos de esos fanáticos, pero todos empezamos a ser sospechosos: o por tener la tez morena, o por seguir una dieta especial, o por usar Internet u otros medios modernos de comunicación. ¿El Gran Hermano que quiere controlarlo todo no está ya entre nosotros?. ¿La vida privada no tiende a desaparecer, fagocitada por las mordazas del poder?.

Pedro Zabala Sevilla

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