CANTABRIA Y LA RIOJA
El pasado día 31 de Mayo celebró AMIGOS DE LA RIOJA el XVIII Encuentro de Asociaciones Culturales Riojanas. Fue anfitriona la asociación denominada El Blasón de los Hijosdalgo en su localidad de Castilseco. Dentro de los actos celebrados ese día, sobresalió el que tuvo lugar en la iglesia de Sajazarra (la dedicada a San Julián de Castilseco está en proceso de restauración) y dentro de él, las asociaciones presentes nos fueron desgranando las actividades realizadas por cada una, dentro del curso anterior. La sorpresa final fue la intervención de JOSÉ MIGUEL CRUZ RUIZ, presidente del Centro Cántabro en La Rioja, que se ha inscrito como socio colectivo de Amigos de La Rioja, porque, como nos explicó, su labor es tanto mantener viva la cohesión de sus paisanos afincados aquí, rememorando sus raíces comunes, como abrirse a las gentes que poblamos nuestra Tierra, conociéndola y compartiendo sus afanes. Así han firmado también un convenio de colaboración con el Ateneo Riojano. Saben cumplir pues, dinámica y generosamente, una labor de embajadores de su “tierruca”, de estrechamiento de lazos de amistad y cooperación. Su intervención fue calurosamente aplaudida. Experimenté una intensa alegría por su intervención. Siempre fue propósito de Amigos de La Rioja relacionarnos con las entidades regionales afincadas aquí. En eso respondemos a nuestra consideración de la identidad riojana como esencialmente abierta y no cerrada en un ombliguismo empobrecedor y paranoicamente defensivo. Además, no lo oculto, pertenezco a esa pléyade de riojanos fascinados por Cantabria, por sus paisajes y sus gentes. Desde crío, me llamó la atención esa toponimia que nos acerca, el monte Cantabria en Logroño y la sierra del mismo nombre, límite norte de nuestra Tierra. Tenemos también otras cosas en común, además, claro, del río Ebro. En reciente viaje a aquella Tierra hermana, descubrí junto a esa joya que es el monasterio prerrománico de Santa María de Lebeña, los restos de un tejo milenario, árbol sagrado de los cántabros. Y no pude menos de evocar los tejos de nuestros sierras, emblema de los solares nobiliarios de Tejada y Valdeosera. Es coincidencia feliz que San Emeterio y San Celedonio, patronos de nuestra cabecera episcopal, Calahorra, lo sean también de Santander. Y sin olvidar a nuestro San Millán que cuando amenazado de muerte por su obispo, por vender las riquezas de la iglesia y alimentar con su fruto a los pobres, según la leyenda, hubo de refugiarse en tierras cántabras, donde evangelizó a muchos de ellos, a la sazón todavía paganos. Tenemos además otra ventaja, al no ser colindantes carecemos de las rencillas que por cuestiones de límites u otras parecidas se dan entre contiguos. Creo no equivocarme si digo que entre cántabros y riojanos no ha habido a lo largo de la historia querellas de ninguna clase. Nuestros Pueblos pueden relacionarse plácidamente sin que ninguna nube empañe su entendimiento. Otra cosa pueden ser los políticos que a veces se inventan litigios por cuestiones de preeminencia o económicas. A propósito de la lengua común, parece que querían enzarzarse. Que si San Millán o Comillas, que si la cuna estaba acá o allí. A ese idioma que hoy hablamos, evolución del román paladino al que la preeminencia política de la Corona de Castilla puso su apellido, es absurdo adjudicarle un lugar concreto de nacimiento. En torno al río Ebro, sí: en Cantabria, en el norte burgalés, en La Rioja, en el sur de Álava y Navarra, gentes de origen étnico diverso hicieron evolucionar el latín tardío hacia formas revolucionarias y rompedoras de la relativa unidad lingüística de la Península. Parece que las primeras frases escritas en aquel román paladino lo fueron por la pluma de un copista benedictino de San Millán, pero de ahí a pretender patentar como propio exclusivo el nacimiento del idioma va un abismo que sólo la osadía partidista pretende colmar. Y en cuanto al estudio del idioma, es tan amplio y universal este cometido que caben todos los afanes que hagamos aquí o en Comillas, en Salamanca o en México o en cualquier otro lugar del mundo hispano hablante. Lo que se trataría con sentido común es no duplicar los estudios, sino especializarse en aspectos de la empresa compartida. ¿O no?. Pedro Zabala Sevilla |