¿DESDOBLAR LA N-232?

En nuestra reflexión no tratamos de oponernos al progreso y al desarrollo de las comunicaciones, que son esenciales para las actuales formas de vida, pero creemos que la ampliación de estas vías de comunicación debe ser coherente con planteamientos teóricos y vitales más generales.

En los últimos meses estamos oyendo a nuestros gobernantes hablar de que el modelo de desarrollo económico español basado en la construcción como eje de la actividad nacional, está equivocado y se han de buscar nuevas líneas de despegue económico.

A la vez una corriente de preocupación por la sostenibilidad, el desarrollo a nivel humano, una defensa a ultranza de la naturaleza por un lado, y los valores locales y patrimoniales por otro, te hacen considerar que un nuevo tiempo se acerca.

Pero a la vez está claro que una obra como la que se pretende es una cicatriz a lo largo de un territorio, que por lo menos a los habitantes de esta tierra nos parece que posee una cierta unidad y coherencia. Hemos de olvidar que trazados semejantes se hicieron desde finales del siglo XVIII. Posteriormente las vías de comunicación paralelas al río Ebro se han ido multiplicando y hoy ese pasillo entre la sierra y el río se está saturando. Además nos podrían llegar nuevas demandas para el ferrocarril de alta velocidad, trazados eléctricos o como la reciente herida del gasoducto en La Rioja Alta.

Muchas de estas alteraciones producirían impacto también en las épocas de su construcción; pero el hecho de que estemos en otros tiempos nos da la posibilidad de presentar opiniones y de hacer reflexiones en voz alta en coherencia con los momentos actuales. Estamos habituados a oír que el patrimonio es un importante recurso y que en nuestra tierra la suma de elementos patrimoniales, el paisaje y el carácter de sus habitantes constituyen la base de una importante actividad turística que genera abundantes ingresos.

Esa suma de valores se implanta en un territorio y ese es el que se admira, se valora y finalmente se visita. Pero nos interesa nuestra calidad de vida, la opinión de los habitantes de un espacio que hemos elegido para residir, muchas veces por esos valores intangibles que hacen que la persona se sienta a gusto. Hablamos de escasa contaminación, facilidad y comodidad en los traslados, paisaje no fragmentado y con valores estéticos, riqueza patrimonial, tranquilidad en suma, que hacen que además nos sintamos orgullosos. Es decir nuestro territorio posee un patrimonio, que es nuestra riqueza, que genera nuestra cultura, que es la base de la identidad de esta tierra. Estos valores intangibles curiosamente generan recursos y son tremendamente vulnerables, y alteraciones sobre el paisaje hacen que puedan perder el valor que conllevan.

En nuestra región las infraestructuras viarias son suficientes a lo largo de la Comunidad, como cualquiera puede comprobar gratuitamente, gracias al sistema de viaje y retorno generado por el Gobierno de la Comunidad a través de la VIA T

La pretensión de los grupos políticos más representativos, en sus programas electorales, de que la Autopista A-68 sea gratuita resolvería todos los problemas y serviría para cumplir sus promesas electorales y solucionar un deterioro que no tendrá evaluación posible, el de la cremallera que dividiría de nuevo nuestro territorio desde Alfaro hasta Haro.

Hace poco tiempo «ser de pueblo» era motivo de desprecio hasta que aparece un fenómeno de valoración de los recursos rurales que tiene muchas causas, y que como conclusión se resume en que los habitantes del medio urbano se vuelven a mirar al campo, y lo consideran un valor, una opción, un deseo y una apetencia para el fin de semana, la época vacacional o la residencia secundaria y así aparece el turismo rural, el ecoturismo, el enoturismo y todos esos turismo temáticos, que hoy son un importante recurso para el medio rural español.

A la vez los productos alimentarios se vinculan al territorio y el queso se valora por ser de Cameros, las peras han de ser de Rincón, las ciruelas de Nalda y el vino de cada una de las Denominaciones que justifican la vinculación del producto con la tierra que lo cría. El territorio es el valor, es la garantía, es la autenticidad. Y cuanto menos alterada está esa tierra mayor valoración merece tanto por sus habitantes como por sus visitantes.

Además la normativa europea nos obliga a: «integrar el paisaje en las políticas de ordenación territorial y urbanística y en sus políticas en materia cultural, medioambiental, agrícola, social y económica, así como en cualesquiera otras políticas que puedan tener un impacto directo o indirecto sobre el paisaje».

No hablamos de la destrucción de un enclave en concreto, nos referimos al conjunto regional fragmentado por una línea que destruye conjuntos, altera paisajes, modifica percepciones y en definitiva desprestigia al territorio que deteriora.

Los mejores productos están en los mejores paisajes. El sector productivo alimentario, los elementos patrimoniales, los valores territoriales y los recursos turísticos están dentro de ese paisaje que reclamamos.

No podemos ofrecer «una tierra de vino» atravesada por autovías que han destruido los viñedos, que van a colapsar el Barrio de la Estación de Haro, que es un enclave vitivinícola de interés a nivel mundial, o que de nuevo van a deteriorar las Conchas de Haro, puerta de acceso a una tierra de excepción.

Somos conscientes que el territorio se ha de transformar pero pedimos sencillez en los planteamientos y coherencia en las ideas. Tenemos una excelente autopista y queremos hacer otra vía de las mismas características.

Todos los convecinos, industriales, agricultores, hoteleros, profesionales de todo tipo, desean comunicaciones eficientes que se consiguen pagando una simple cuota en la autopista. ¿Tenemos la sociedad riojana que pagar el alto precio de la destrucción territorial, en vez de sacar un boleto de autopista?.

Además el proceso temporal de esta obra será largo y una negociación de despacho se puede resolver en días, evitando las dolorosas muertes, que como hoy, ocurren en la N-232.

Hemos de entender que las industrias se trasladan, los recursos cambian, las personas emigran y las empresas se desplazan. Nos queda el territorio como valor permanente, como recurso único e inamovible para sus habitantes. Si tenemos un territorio de calidad tendremos valores de éxito para otras formas de desarrollo que se emplazarán en nuestra tierra; sencillamente por ser amable, bella, acogedora o cómoda, adjetivos que nunca aparecerán en las alegaciones a la autovía, pero por los que nos sentimos orgullosos de ella.

Luis Vicente Elías

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