CONSUMIR:  LA SOLUCIÓN O EL PROBLEMA

La crisis se ha colado en nuestras economías de la mano de unos bancos que se extralimitaron en la búsqueda de beneficios, siempre impulsados por clientes y accionistas cada vez más ansiosos por la obtención de ganancias con poco esfuerzo. El terreno estaba bien abonado para desencadenar esta situación. Los ciudadanos habíamos consumido sin haber   generado, previamente, ni en nuestros países, los correspondientes recursos para gastarlos en tal medida. En España, buena parte de nuestro gasto ha sido financiado con dinero de fuera (la banca española ha importado cuantiosos capitales de los mercados internacionales porque nuestra tasa de ahorro es de las más bajas de Europa) y con dinero del futuro (porque la banca, entre sus funciones, tiene la de crear dinero a partir de un soporte muy reducido de ahorros recibidos como depósitos, cuando alguien que parece solvente demanda un crédito con la promesa de su posterior devolución). Dicho de otra manera, España y los países desarrollados hemos vivido muy por encima de nuestras posibilidades. En nuestro país, habríamos de pasar al menos un año trabajando-produciendo y sin gastar un céntimo para devolver todo lo que como país debemos.

Actualmente, los problemas acucian a las empresas y a las familias, y la solución  o la panacea en la que todos parecen coincidir es la de consumir  más. Así, para una buena parte de los ciudadanos de los países desarrollados sería aplicable lo siguiente: si cambiamos de coche -aunque no tengamos los ahorros necesarios, pero si alguien nos fía-, evitaremos los problemas de la industria del automóvil; si continuamos comprando casas -de nuevo acudiendo al préstamo, esta vez hipotecario y a muy largo plazo-, el sector de la construcción estará a salvo; lo mismo podría extenderse al sector turístico, textil, etc... pidamos crédito, consumamos y todo irá bien. Si no hay recursos, echemos mano del Estado y de sus fondos públicos, si no los tiene, que emita deuda pública con total garantía y las generaciones futuras pagarán nuestros gastos actuales para que todo funcione, es decir, aumente la producción –aunque no precisemos tanto cambio de coche, ni de casa, ni vacaciones exóticas, ni ropa nueva,...

Visto así, hemos de reconocer que como sistema económico lo que hemos creado a lo largo de los años es un tanto perverso y que nos encontramos en un atolladero. De continuar así, al menos el mundo llamado desarrollado, precisaríamos 3 planetas Tierra en pro de mantener el empleo de estos sectores económicos, tan golosos de financiación, de energía, de recursos naturales, etc. Al menos las crisis nos sirven para reflexionar sobre estas espinosas cuestiones que habitualmente no queremos ver.

La receta de la austeridad, de conformarse con lo que se tiene hasta no poder adquirirlo se ha roto en estas últimas generaciones con la oferta de dinero barato y con la llamada gestión de activos agresiva de la banca (léase concesión de crédito para cualquier fin, incluida la compra de acciones para especular con ellas, incluso cuando  los valores van a la baja, para hacerlos bajar más aún y así ganar dinero). Los individuos deseosos de conseguir los bienes y servicios hoy, sin haber trabajado por ellos antes, es decir, sin disponer de ahorros, con un pensamiento un poco miope –ya se verá cómo se devuelve luego, se dice- están pillados en ese juego, envenenados con el propio veneno del sistema.

Los informes acordados por el Grupo de los 20 van en la dirección de pequeños cambios, intervenciones aquí y allí, aumento de la demanda agregada, regulación para los comportamientos bancarios y poco más, así hasta la próxima crisis, que quién sabe de la mano de quién o de qué vendrá, pero que vendrá.

No obstante, la concesión de crédito es fundamental para conseguir algunos logros del sistema, que también los tiene,  impensables de otra suerte: la promoción de la libertad y el desarrollo individual, los avances de las telecomunicaciones, las inversiones en nuevas fuentes energéticas, la propia I+D, y la renovación de grandes estructuras, entre otros.

Propuestas alternativas

En esta tesitura,  se me ocurren dos propuestas diferentes a las actualmente acordadas por los gobiernos y que tienen algo en común: de ambas podría decirse, a bote pronto, que son igualmente inviables. Pero este verano también hubiésemos calificado de inviables los acuerdos adoptados por los gobiernos a lo largo de este otoño (nacionalización de bancos en EEUU,...) Este matiz  hace especialmente atractivas a las dos propuestas, en estos momentos en que vemos  a los fundamentalistas del sistema subvencionando a diestro y siniestro y tragándose los sapos que el sacrosanto sistema ha engendrado recientemente.

1-      La primera es de carácter micro-económico y consiste en seguir el útil consejo de no vivir por encima de las posibilidades de cada uno, moderar el consumo, buscar la felicidad de otras maneras que consumiendo (ej. lectura, deporte, paseos por el campo, música, tertulias o incluso algo que  nos haga pensar en los demás, que nunca viene mal, como la participación en ONG y actividades de voluntariado para tejer una red social estable de amistad y compañerismo). De esta forma, aunque la transición sea dura, adaptaremos el sistema a una opción sostenible, viable, no precisaremos trabajar tanto por nuestras propias necesidades ya que se satisfarán de forma más simple y  tendremos un paraguas permanentemente abierto ante la “creación” de nuevas necesidades en las que el marketing del sistema ha cosechado tantos éxitos –como fracasos, posiblemente-. Emularemos  a quienes  son felices con menos  y no a los que solo si consumen mucho y tienen mucho aparentan transpirar felicidad. Estos modelos de personas austeras y entregadas abundan pero tienen la extraña virtud de que son poco televisivos, de que requieren una actitud para su imitación un poco más laboriosa para con nuestro ocio. En cierto modo, con esta propuesta  todo quedaría equilibrado: trabajaríamos menos en el sector del trabajo remunerado del mercado porque tendríamos menos necesidades “insatisfechas”, pero nuestro tiempo libre sería más activo y creativo en cuanto a la actividad social. Así las 24 horas de nuestra bendición o condena diaria quedarían “llenas”.

2-      Esta otra es de tipo macroeconómico y parte de que puestos a subvencionar a instituciones (banca, sectores industriales, actividades de dudoso pelaje, etc.) subvencionemos la producción de bienes indispensables para una vida digna en otros países (y aquí también, aunque en menor medida por partir ya de un nivel de desarrollo mayor). Que la construcción no tira de la economía española, pues que las fábricas de ladrillos, pintura, equipamiento para el hogar, etc.  lo hagan mediante una subvención para que otros países tengan vivienda digna, ropa, escuelas, maestros, etc. Cada país desarrollado en crisis –los países no desarrollados siempre han estado en crisis y con la pobreza y  hambre pisándoles los talones e incluso subiendo por sus pantorrillas- adoptaría a uno o a varios países a los que les donaría aquellos productos que por la crisis nadie demanda. Puestos a crear dinero -ojo a todo lo que el FMI y otras instituciones van a crear y transferir para cebar la economía-, que lo destinen a estos fines y no para únicamente subvencionar empleos bien pagados –ejemplo, los de la industria de la automoción, líneas aéreas y bancos- Desde el punto de vista macroeconómico, esto generaría problemas, dirían los puristas, pero como se trata de propuestas inviables, no importa; además, quizás no puedan criticar mucho estas medidas pues estarán ocupados en aplicar las nuevas políticas  para devolvernos a todos al sendero del consumo, del cual la banca nunca debería habernos apartado.         

F.Antoñanzas, 20-XI-08

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