LOS PEDESTALES ANÓNIMOS

Érase una vez en Logroño, cuando:   El poeta decía “si pintara paisajes, los pintaría sin figuras”. También a mí me preocupan las imágenes, las estatuas. Hace años cuando entraba a la Iglesia de La Redonda, lo primero que hacía era levantar la vista y ver qué expresión tenía el primero de los Santos, que con otros dos vigilan la entrada por la puerta sur. Sigue teniendo una mirada fija, inquisidora, como preguntando “dónde vas”, “qué vas a hacer”, “te has confesado”. Más tarde, a la salida, miraba de soslayo al “cancerbero” por si me decía algo, serio, con bonete en una mano, con los cristalinos ojos fijos, vestido de alabastro. Me fijé en su pedestal, decía: San Lorenzo. En la calle me sentía tranquilo, y me preguntaba que si ese Santo no sería al que un amigo mío en la bodega le canta la jota “San Lorenzo en la parrilla, les decía a los judíos…”.  Las estatuas siguen sin gustarme.

Hace pocos días, acompañaba a un pariente foráneo por la “Gran Vía del cemento”, como por aquí le llaman, interesado en conocer su reforma. Mi pariente con sonrisa un tanto burlona, se entretenía en contar los ositos que en autentica profusión, invadían esa arteria logroñesa. Me preguntó qué significado tenía aquella muestra de adornos impropios de una ciudad que él ya conoce y que distingue por su seriedad en sus manifestaciones urbanas. Preguntaba “si se había celebrado recientemente alguna fiesta infantil”.

Poco le pude decir, pues muchos logroñeses aun desconocemos su significado. Se acercó a uno de los pedestales que soportan los ositos, deseoso de encontrar alguna referencia que le aclarase sus dudas. Los pedestales no llevan indicación alguna, cuando por lo general, como en el caso de San Lorenzo, con una pequeña inscripción se da una idea de lo que aquella estatua quiere significar. No sé, entonces, si el responsable del Gobierno Municipal, carecía de imaginación para colocar en cada uno de los numerosos ositos lo que cada uno quisiera significar.

Antonio Gala, en su último libro, nos dice “Sé, como nadie, de qué está hecho el pedestal de las estatuas: de abusos, sangre, llanto y muertes, unos; de soberbia, desprecios y avidez, otros; de negación a la vida, los demás”. (Transcribo literalmente). Tal vez, sean un tanto fuertes para colocarlos en los pedestales de los ositos, tan monos y de colores. Pero aún puedo hacer alguna otra sugerencia. Con mi pariente, nos acercamos a la estatua de nuestro General Espartero, en el Espolón Logroñés, y en el pedestal que la sustenta, pudimos leer palabras que definen la vida y hazañas de nuestro querido liberal isabelino: Lealtad, Justicia, Fortaleza,… y así hasta doce.

Pero aquí no termina el serial de los ositos, porque, mientras rendíamos homenaje a nuestro General, un conocido que pasaba por allí, y al que comentamos nuestras preocupaciones, nos sugirió que nos acercáramos al edificio de Ayuntamiento Logroñés, donde podríamos admirar en su tejado una bonita colección de ositos.

Mientras caminábamos, hacía memoria de las magníficas estatuas, o imágenes, que hermosean las cornisas del Vaticano, y las del Duomo de Milán. De otro lado, recordaba las de los Reyes de piedra que estuvieron en el Espolón, y que no los pudieron colocar en el Palacio de Madrid, porque pesaban mucho y hubieran deteriorado su cornisa. Pero, ¡Oh sorpresa! lo que pudimos ver con cierto asombro en la cornisa del Ayuntamiento, era una reproducción de los osos de la Gran Vía, pero más pequeños, como si les hubieran sobrado y no supiera el responsable municipal donde colocarlos, aunque parece que no pesaban mucho.

 Mi pariente volvió a su tierra muy desilusionado.     Una lastima.

 

José María Orbañanos

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