LOS CAMINOS RIOJANOS DEL CID

El verbo florido y barroco de Abel Mora nos deleitaba hace poco contándonos un camino riojano del Cid, a través de su descendencia, en la vieja Sonsierra, navarra en su origen y siempre riojana. La Divisa de la Piscina, institución de nobleza colectiva, gemela de las cameranas de Tejada y Valdeosera, guarda su memoria. Es un gozo recorrer las villas de la Sonsierra y admirar sus recias casonas, orladas con el  escudo de la Divisa, con independencia de su actual adscripción político-administrativa.

 Claro que hubo otros caminos del Cid en La Rioja. Cuando, exiliado de Castilla, puso su espada al servicio del rey musulmán de Zaragoza y atacaba los dominios riojanos de Alfonso VI, gobernados a la sazón por su enemigo, el conde García Ordóñez. En una de sus correrías incendió Alberite y Logroño. Para repoblar la futura capital de La Rioja, se le concedió aquel Fuero de Francos, que libró a sus habitantes de su vasallaje y los convirtió en personas libres.

 Para los riojanos, nuestra identidad abierta es una ventaja. No necesitamos agrandar hechos de nuestra historia, ni ocultar otros. Lo que somos, somos, sin mitos desfiguradores, ni fronteras defensivas. Caminos y puentes definen nuestra personalidad. Si no somos fieles a ella, sería necio apelar a victimismos estériles, nuestra modorra colectiva es la máxima culpable.

Pedro Zabala Sevilla

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