LA CAPITAL DEL RIOJA

Sustituir el centralismo madrileño por centralismos de menor tamaño no era precisamente el sueño de los que en los años de la transición nos embarcamos en la aventura autonomista. En el caso riojano era todavía más absurdo cuanto lo que ha caracterizado a nuestro Pueblo, pese a su pequeñez geográfica, ha sido siempre la riqueza de su variedad territorial.

 Cambiar la denominación de Logroño por la de La Rioja para designar a nuestra Tierra fue el primer peldaño de nuestra Autonomía. Han pasado los años y ahora tenemos viviendo en Logroño a más de la mitad de los riojanos. El modelo alavés o zaragozano, que no el navarro, ha inspirado a nuestros gobernantes que alientan el desarrollo excesivo de la capital, a costa de nuestras comarcas. No hemos sido los viejos logroñeses los responsables. Repásese la nómina de esos políticos centralizadores y se verá de donde proceden, algunos hasta de fuera de la Rioja. Pero su obsesión es construir miles de viviendas en Logroño o en sus aledaños.

 Pretender hacer capital de nuestro vino a la ciudad logroñesa es otra muestra de ese virus tan poco autonomista que padecen. Con razón, desde Haro se quejan. No es sólo el caso extremo de Cameros, pero también la Rioja Alta sufre de ese abandono menospreciador. Ser la capital, de todo el territorio, o del vino, del calzado, del mueble o de las hortalizas no es un mero reclamo turístico que sirva para succionar las energías de la zona que abarque, debe ser un compromiso y un reto para servir a toda ella.

Pedro Zabala Sevilla

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